Revista En Femenino
Mi hijo mayor cumple en pocos días 15 años. Aún recuerdo como si fuera ayer cuando lo tuve en mis brazos recién salido del paritorio, mientras atendían a su madre. Fue una sensación inolvidable. Allí, con su enorme gorro y sus patucos, ese ser estaba llamado, de repente, a ser alguien muy importante en nuestras vidas, y sin embargo era un completo desconocido en ese momento. ¡Qué maravillosas contradicciones trae la vida! Pues bien, ese ser es ya todo un hombre. Y no lo digo ni mucho menos con nostalgia, sino con mucho orgullo. No sé si es que los jóvenes de hoy crecen más rápido que los de antes, pero desde luego percibo que mi hijo está entrando de lleno en el mundo de los adultos con tan corta edad.Cuando a unos padres les preguntas cuál es su misión como tales, básicamente las respuestas suelen reconducirse a dos grandes grupos. Los que consideran que su cometido principal es proteger a sus hijos, y los que consideran que de lo que se trata es de conseguir que vuelen, y cuanto antes mejor. Reconozco que nosotros nos encontramos más bien en el segundo grupo. Y no porque no adoremos a nuestros retoños, sino porque creemos que ellos están perfectamente capacitados para esta vida, y lo único que necesitan es un acompañamiento y algún barniz de experiencia, pero poco más. Sin duda, además, nuestra identidad en esta vida no nos la proporciona el ser padres: somos mucho más. Y por ello espero que no suframos esos síndromes de nido vacío, o esas crisis de pareja cuando los hijos emprenden su propio camino, que tanto abundan, por desgracia en el primer grupo de padres.En esa maduración hacia la edad adulta, creo que los tropiezos de la vida son los mejores maestros para nuestros hijos, y a veces pretendemos ahorrárselos todos. ¡Qué flaco favor les hacemos! Hace poco, mi hijo, con otros dos "amigotes", gastaban bromas pesadas a terceros, y al no medir bien las consecuencias se metieron en un lío que les podría haber acarreado incluso una denuncia en la policía. Fue un momento crítico en casa. Hubo lágrimas ante la inmensidad del abismo. Pero él debía salir solo del atolladero. Con nuestra acompañamiento, pero solo. Y eso incluía asumir la responsabilidad de sus actos. Las semanas siguientes parecieron años en su evolución como persona. Nos escribió mucho sobre lo sucedido, y recapacitó aún más. Y a veces queremos evitarles malos ratos, eliminarles los obstáculos, y allanarles el camino. O incluso inculcarles nuestras conclusiones tras años de experiencia, cuando las conclusiones son cosa de cada uno, y tras un proceso evolutivo.Notamos que sus amigos, algunos incluso mayores que él, aprecian mucho su criterio y buen juicio. Ahora ha decidido desapegarse del mundo del fútbol, tras una etapa de "super-forofo" empedernido. Ha descubierto el concepto del "pan y circo", y ha optado por equilibrar su afición, lejos de las histerias y del negocio de masas.También en unos días celebra un año con su novia. Efectivamente, precoz, como sus padres. ¡Poco le podíamos reprochar al respecto! Muchos nos preguntan nuestra opinión: acompañamiento, como no podía ser de otra forma. Ella puede ser alguien importante en su vida, o puede frustrarse la relación en cualquier momento. Y nuestro papel debe ser el equilibrio entre una amiga importante y la no generación de ataduras que les pueda condicionar en un futuro. Hasta la fecha, la plena compatibilidad de esa relación con los buenos resultados académicos e incluso con la posibilidad de viajar al extranjero, sin condicionantes ni cadenas, es el mejor termómetro para nosotros. Con sus errores. Con sus aciertos. Con sus picos. Con sus valles. Pero como la vida misma, ni más ni menos.El haberse integrado como violinista en una joven orquesta de la provincia, sus primeros conciertos semi-profesionales, e incluso la gira que tienen programada para Rumanía en unos meses, también le está viniendo muy bien para entender el mundo, y lo que desde pequeño muchas veces le decíamos: "El que algo quiere, algo le cuesta". Y el verlo disfrutar con el sano esfuerzo que eso está representando para él, nos llena de satisfacción.En el verano, muy probablemente, viajará a Estados Unidos a pasar allí un curso académico. Ha surgido la oportunidad, y él está siendo el principal impulsor de la misma. Así que nosotros a lo nuestro: acompañar. Sabiendo que se nos partirá "un poco" el corazón, y que lo echaremos de menos "un mucho". Pero que lo estamos preparando para vuelos así desde aquel día del gorro y los patucos. Cuando hemos compartido la noticia con otras personas, algunos nos han dicho lo de "yo no podría hacerlo". Y en unos casos esa respuesta puede ser por miedo a lo que pueda pasar; y en otros por amores que esclavizan... En nuestro caso, precisamente porque lo queremos tanto, hacemos este esfuerzo económico, pero sobre todo sentimental y de desapego. Como dice Fito: "Nunca se para de crecer, nunca se deja de morir".