Se tiene a veces la idea de que estamos a la deriva y no hay rumbo ni brújula. También la de que no sabemos mucho de lo que nos aguarda, aunque se barrunten trazos y se vislumbren horizontes. Hay días en que se aclara todo un poco y días en que es lo turbio lo que dicta el color y dibuja el ánimo. En la incertidumbre, uno avanza, dice las palabras con las que prosigue y prospera y vaticina a sus adentros una felicidad en ciernes, tenida antes, considerada propia al modo en que también es propiedad la tristeza o el desamparo. Vendrán días de una dulzura que ahora no se advierte, consentirá la voluntad que parezcan de otros los pesares, no nuestros, ocurrirán los prodigios y nos mirarán a la cara y tendremos propiedad sobre ellos. En la espera de esa epifanía agradece uno que anochezca. Parece que el mundo sigue ejecutando su terca coreografía, aunque lo oscuro lo preserve y no haya las mismas certezas que cuando todo lo ocupa el día. Se va la luz y el frío cobra un peaje llevadero. Son las palabras las que impiden que todo sucumba, ellas le dan cuerda al mundo. Escribo para que todo empiece nuevamente. Me cuento las cosas y las pienso mientras las leo. Ni siquiera tengo la certeza de que sea yo quien las escribe. Amanece, que no es poco, contaba la película. La irrupción de esa luz trae una invitación a que la festejemos, aunque sea un festejo íntimo, sin la alharaca de los compartidos. Hay un edén dentro.
Revista Cultura y Ocio
Edén
Se tiene a veces la idea de que estamos a la deriva y no hay rumbo ni brújula. También la de que no sabemos mucho de lo que nos aguarda, aunque se barrunten trazos y se vislumbren horizontes. Hay días en que se aclara todo un poco y días en que es lo turbio lo que dicta el color y dibuja el ánimo. En la incertidumbre, uno avanza, dice las palabras con las que prosigue y prospera y vaticina a sus adentros una felicidad en ciernes, tenida antes, considerada propia al modo en que también es propiedad la tristeza o el desamparo. Vendrán días de una dulzura que ahora no se advierte, consentirá la voluntad que parezcan de otros los pesares, no nuestros, ocurrirán los prodigios y nos mirarán a la cara y tendremos propiedad sobre ellos. En la espera de esa epifanía agradece uno que anochezca. Parece que el mundo sigue ejecutando su terca coreografía, aunque lo oscuro lo preserve y no haya las mismas certezas que cuando todo lo ocupa el día. Se va la luz y el frío cobra un peaje llevadero. Son las palabras las que impiden que todo sucumba, ellas le dan cuerda al mundo. Escribo para que todo empiece nuevamente. Me cuento las cosas y las pienso mientras las leo. Ni siquiera tengo la certeza de que sea yo quien las escribe. Amanece, que no es poco, contaba la película. La irrupción de esa luz trae una invitación a que la festejemos, aunque sea un festejo íntimo, sin la alharaca de los compartidos. Hay un edén dentro.
Se tiene a veces la idea de que estamos a la deriva y no hay rumbo ni brújula. También la de que no sabemos mucho de lo que nos aguarda, aunque se barrunten trazos y se vislumbren horizontes. Hay días en que se aclara todo un poco y días en que es lo turbio lo que dicta el color y dibuja el ánimo. En la incertidumbre, uno avanza, dice las palabras con las que prosigue y prospera y vaticina a sus adentros una felicidad en ciernes, tenida antes, considerada propia al modo en que también es propiedad la tristeza o el desamparo. Vendrán días de una dulzura que ahora no se advierte, consentirá la voluntad que parezcan de otros los pesares, no nuestros, ocurrirán los prodigios y nos mirarán a la cara y tendremos propiedad sobre ellos. En la espera de esa epifanía agradece uno que anochezca. Parece que el mundo sigue ejecutando su terca coreografía, aunque lo oscuro lo preserve y no haya las mismas certezas que cuando todo lo ocupa el día. Se va la luz y el frío cobra un peaje llevadero. Son las palabras las que impiden que todo sucumba, ellas le dan cuerda al mundo. Escribo para que todo empiece nuevamente. Me cuento las cosas y las pienso mientras las leo. Ni siquiera tengo la certeza de que sea yo quien las escribe. Amanece, que no es poco, contaba la película. La irrupción de esa luz trae una invitación a que la festejemos, aunque sea un festejo íntimo, sin la alharaca de los compartidos. Hay un edén dentro.