Revista Opinión

Amanecer deslumbrante

Publicado el 16 octubre 2013 por María Pilar @pilarmore
Amanecer deslumbranteAl salir del portal de casa con aspecto somnoliento y subir al remolque vacío ayudados por los hermanos mayores, percibieron el frío húmedo de la madrugada. La calle en la que vivían  aparecía  oculta en la penumbra, se les hacía extraña. Abandonaron el pueblo solitario y silencioso  envuelto en la neblina matinal. En el remolque se encogieron como pudieron para evitar el frío que les hacía castañetear los dientes y les provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo  descomponía sus figuras y les lanzaba a unos contra otros. No así los mayores, que apoyados en las cartolas se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos.

El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte, al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, estaba amaneciendo. Un semicírculo de púrpura y fuego, originado en medio de la nada, lo quería incendiar todo y los deslumbraba haciéndoles cerrar los ojos. Los mayores se agacharon sobre la tierra y empezaron a arrancar las matas de titos, indiferentes  a lo que allí estaba pasando. El punto incandescente, lanzando haces de luz y fuego por toda aquella tierra plana de Castilla, fue desprendiéndose y  ascendiendo suavemente hasta convertirse en un enorme globo ardiente, de dimensiones tan gigantescas que lo empequeñeció todo. El efecto nos dejó petrificados y creímos que íbamos a desaparecer envueltos por aquel suave viento  ante la inmensa energía que a la vez nos fascinaba.

Nuestra respiración volvió a la normalidad cuando el globo luminoso ascendió, el viento se paró  y se encendió la luz del día. 


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