No me cabe duda, tras haberlo vivido, de que una de las mejores experiencias que se pueden tener en Israel es ver un amanecer en el desierto. Y añado algo más, un sitio especialmente bonito para disfrutar de tal espectáculo es el fuerte de Masada, un parque nacional (en Israel entran en esta categoría de protección zonas arqueológicas) con mucha historia y al que llegan excursiones organizadas desde Jerusalén para que los visitantes conozcan el popular “amanecer en el mar Muerto”.
La opción de ver el amanecer desde lo alto del yacimiento arqueológico y visitar el lugar en ese primer rato de luz es perfecta, porque visitar este lugar a unas horas en las que el Sol ya se ubica sobre tu cabeza puede ser asfixiante, y desde luego hace desaconsejable subir andando.
Masada es una antigua ciudad ubicada en una meseta en lo alto de una montaña, por lo que para acceder o tienes buenas piernas para hacer senderismo o pagas el extra para usar el teleférico. Si optas por subir andando en vez de usar el teleférico ve bien hidratado, ya que aunque arriba hay una fuente con agua fría de la que puedes hacer uso gratuitamente, el ascenso se puede hacer cuesta arriba -nunca mejor dicho- a personas con una condición física mala. Yo como he dicho subí justo cuando iba amaneciendo, con el fin de ver desde lo alto cómo sale el Sol de entre las montañas, pero creo que de haber hecho la visita unas horas después hubiera pasado un mal rato, porque la temperatura es alta incluso de noche, y a las nueve de la mañana ya es sofocante.
Una vez arriba, y ya con el disco solar saludando y tiñendo el cielo de naranja, puedes disponerte a ver las ruinas. Personalmente me sorprendieron, ya que echas un ratito más grande del que a priori podría parecer, y porque la historia del enclave sorprende, porque si uno lo piensa fríamente cuesta encontrar sentido a construir una ciudad en lo alto de una montaña habiendo infinidad de sitio para construir. Ojo, que cuando digo en lo alto de una montaña no es una montaña con rampas que puedes subir en coche o por caminos lógicos, en este caso la ciudad estaba entera rodeada de desfiladeros de considerable peligrosidad.
No es difícil intuir que la ubicación de la ciudad era estratégica, ya que dominaban mucho territorio, pero la vida allí tenía sus complejidades, de ahí la presencia de enormes cisternas en las que guardaban agua y numerosas zonas de almacenamiento de comida. Cabe destacar que Masada tiene una historia milenaria, con episodios muy recordados, como el asedio al que fueron sometidos sus habitantes por los romanos y que desembocó en suicidio colectivo. También el famoso Herodes vivió allí, y los restos de palacios ubicados en las laderas de la montaña ofrecen unas vistas únicas aunque no aptas para gente con vértigo.
Otro aliciente de esta visita es que justo frente a ti se encuentra el mar Muerto, por lo que puedes hacerte una idea mental de cómo es viéndolo desde las alturas, algo que hoy en dia con Google Maps no sorprende tanto pero que igualmente es interesante, por la perspectiva y el paisaje.
Para un biólogo también la naturaleza es importante, y en esta meseta los reyes son los estorninos de Tristram, muy confíados. También es un buen lugar para ver otras especies desérticas que no tenemos en España y que ya referí en la anterior entrada.
Lo dicho, si visitas Israel la visita a Masada (a poder ser al amanecer) me merece la consideración de imprescindible. La mezcla de aspectos interesantes hace que sea un lugar (y un ascenso, en el caso de que optes por subir andando) que tardarás en olvidar.