Por NatMom
No puedo, no me es posible pasar indiferente a lo que vivimos estos últimos días como país. La tragedia de Juan Fernández, fue un golpe durísimo, para todos. Pero lo que pasó ayer, fue una catarsis colectiva dentro de la nación. Todo un pueblo despidiendo a uno de los hombres que de una forma u otra marca su historia, nuestra historia y una lección de vida que rescatar. Y es ahí, donde me quiero detener.
No me considero una devota fan de Felipe Camiroaga. Me parecía un hombre encantador, caballero, divertido. Pero su muerte y conocer por medio de amigos y cércanos lo que el transmitía, revelaron una faceta del animador preciosa, la cual creo le da un poco mas de sentido a toda esta desgarradora situación.
Para poder sanar y seguir adelante, que no es lo mismo que olvidar, hay que sacar ciertas lecciones o rescatar algunas cosas, que de una u otra forma le dan un poco de más de consuelo a un desconsuelo, que muchas veces uno ni siquiera entiende. En este caso, ver como un hombre vivió a concho su vida, la disfrutó, hizo lo que quiso, amó, rió, lloró, compartió y entregó todo con intensidad, gozando de lo bello que es vivir. Concepto que a muchos se nos olvida, por estar pendiente de cosas materiales o insignificantes, no hay que desconocer tampoco que Felipe gozaba también de una estabilidad material bastante buena, pero era su alegría y su buena energía la que lo hacía también apreciar todo lo bueno que le rodeaba.