Crónicas de Vestuario -
“Amarga despedida”
Aunque las matemáticas se empeñen en seguir otorgando alguna mínima posibilidad de meterse en el play-off de ascenso lo cierto es que el aroma que se desprende es el de las despedidas. Un sabor amargo de despedida a una temporada decepcionante con el rotundo fracaso del proyecto de Fernando Hierro, que quiso fundamentarse en unos números que le han dejado en evidencia. Porque de fútbol poco o nada hemos visto en el cuadro azul en esta campaña. El Real Oviedo ha sido un equipo de un concepto futbolístico miserable y, a la postre, endeble e inconsistente. Sin ideas para manejarse por una categoría donde los lobos acostumbran a afilar sus garras y donde no se concede mucho.
Del partido ante el Sevilla Atlético poco se recordará más que el dato de la peor entrada del año en el Tartiere, síntoma de las nulas esperanzas que ofrece un equipo que ha sido incapaz de corresponder a la ilusión creada. Los murmullos durante el encuentro sólo se interrumpieron por los silbidos a Erice -a quien también se le cantó la tonada de “vete ya” y al que se dirigió, probablemente, la pancarta que rezaba “Un buen capitán nunca hunde su barco”- David Fernández, Saúl Berjón y, más levemente, a Susaeta. Sólo Esteban se llevó los aplausos del público cuando salió a calentar ante los problemas de Juan Carlos. No se produjo su salida, aunque toda la hinchada azul espera que en Elche pueda despedirse jugando el partido. Como también sería de desear que pudiesen debutar con el equipo algunos jugadores de la cantera, lo que le evitaría al entrenador malagueño pasar a la historia como un preparador que no subió a ningún muchacho del filial. Ese dato ya explica a las claras el rotundo fracaso de Fernando Hierro al frente de la nave azul. Detalles como la persistencia en David Rocha, jugador que es un verdadero desastre táctico, hablan del porqué de este naufragio total de este proyecto que le ha venido muy grande al entrenador azul.
A lo largo de toda esta temporada hemos ido señalando en esta columna todos y cada uno de los problemas que observábamos en el equipo: falta de profundidad, ausencia de control del juego, nula creatividad ofensiva, inexistencia del juego por banda, falta de vocación atacante, endeblez de la defensa, mala situación de los jugadores en el campo, poca solidaridad defensiva, mentalidad paupérrima, débiles en muchos conceptos como las jugadas a balón parado, carencia de velocidad... Todo ello, al final, ha condenado a un equipo que vivió demasiado tiempo de los zarpazos ocasionales, de un esporádico arranque de genio y que, lejos de su estadio, ofreció excesivas veces espectáculos deplorables propios de su falta de mentalidad y actitud y producto de un enfermizo conservadurismo en su principal responsable técnico que acabó convirtiendo al Real Oviedo en una caricatura de equipo, en un conjunto timorato e inseguro conforme iba avanzando el campeonato. Una vez que los números a los que se aferraba Hierro le abandonaron, los azules quedaron reducidos a la nada. Los murmullos, la floja entrada, los silbidos a algunos jugadores indican que se ha matado la ilusión y que, algunas heridas de hechos pasados, han vuelto a aflorar. Le queda ahora a Martín González -al que, esperemos y deseemos que se le deje trabajar- una enorme tarea para transformar a este Real Oviedo de cara a una temporada próxima donde va a hacer falta mucho trabajo para recuperar la esperanza y la ilusión.
MANOLO D. ABADReportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROSPublicado en el diario "El Comercio" el lunes 5 de junio de 2017