Como este sábado es jornada de reflexión, el cronista no debe opinar sobre la idoneidad de los partidos que competirán el domingo por el gobierno de España.
Pero puede recordar otro combate trascendental que cambiará las estructuras sociales de la humanidad dominada durante milenios por los hombres, y que más pronto que tarde grandes números serán gobernados por mujeres, de las que serán incluso vasallos.
Hemos iniciado la transición desde el patriarcado hacia el matriarcado propiciada por el activismo feminista, y también por hombres no feministas pero si con descendencia femenina, que en muchos casos ha cambiado la reclamación inicial de la igualdad de sexos o géneros por la de alcanzar el supremacismo de la mujer.
Obsérvese que en las universidades del mundo más desarrollado el número de mujeres supera ya a los hombres en las carreras relacionadas con el bienestar y las relaciones humanas, y comienza a acercarse al de las antiguas élites masculinas en la ciencia teórica, la técnica y la economía.
Esta “elitización” de la mujer en campos que antes eran exclusivos de los hombres, y fuera de las tradicionales bellas artes tan femeninas hasta hace poco, no va unida a que ellas se empleen también en los trabajos más duros y penosos, que estarán ocupados por hombres mientras no haya robots para cubrirlos plenamente.
Esas grandes masas de trabajadores de las castas inferiores, vasallos de sus jefas mujeres, serán más víctimas que hoy de los suicidios, los accidentes de tráfico y de trabajo, y morirán --como ahora-- más jóvenes que ellas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS): es la creciente “brecha sanitaria” entre ambos sexos.
El consuelo para el derrotado macho es que sus hijas serán amas de la sociedad futura, que no amas de casa, aunque sus hijos sean los vasallos a su servicio.
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