Revista Cine

Ambulante 2011/III

Publicado el 20 febrero 2011 por Diezmartinez
Ambulante 2011/III
Mientras tuve la columna Cine en TV en el suplemento Primera Fila de Reforma, insistí que se colocara al final del texto mi correo electrónico, de tal forma de tener un medio para que mis hipotéticos lectores pudieran contactarme directamente. Así inició una serie de largas conversaciones cinefílicas que, por lo menos algunas de ellas, continúan hasta el día de hoy. En algunos casos, de hecho, el correo electrónico se ha convertido en gente con nombre, apellido, rostro, voz... En todos los casos, sin excepción, conocer lectores ha sido siempre una gratísima experiencia.
Por ese tiempo -hace unos diez años-, recibí varios correos electrónicos de un lector al que llamaré "A". Esta persona, amable y entusiasta, me llenaba de preguntas y también de elogios francamente desproporcionados. Vamos, nomás faltaba que "A" dijera que yo era mejor que David Bordwell y Andrew Sarris juntos. Casi al mismo tiempo, otro lector, al que llamaré "B", me escribía con tanta asiduidad como "A". "B" era mucho más exigente y poco amable: casi todos los correos eran para decirme agriamente que no estaba de acuerdo conmigo, para reclamarme cualquier nimiedad o para exigirme que le contestara algo y, además, que lo hiciera rapidito. Durante varias semanas, los correos elogiosos de "A" y los cada vez más agresivos de "B" se fueron sucediendo hasta que pasó algo extraño: el mensaje semanal del buenazo "A" me llegó firmado por el maloso "B". ¡Había sido la víctima de un ocioso cuya diversión era tener una doble (¿o múltiple?) personalidad en la red, y todo ello antes de Facebook y twitter! Por supuesto, cuando le contesté a "A/B", señalándole que había metido la pata y que se había confundido de personalidades, ya no volvió a contactarme... a menos que sea una de los comentadores de este blog, sólo que ahora con otra personalidad diferente... Brrrrrr...
No me pude quitar de la cabeza esta anécdota personal al ver Catfish (Ídem, EU, 2010), opera prima documental dirigida a cuatro manos por Henry Joost y Ariel Schulman. Como bien ha señalado el cinecrítico Sam Davies en Sight and Sound (enero 2011, pp. 61-62), la auténtica "película del Facebook" no es la notable Red Social (Fincher, 2010) -así como El Ciudadano Kane (Welles, 1941) no trataba de cómo administrar un periódico- sino Catfish, este pequeño documental sobre una serie de relaciones nacidas a partir de internet. Para ser más específicos, a partir de Facebook.
Como es imposible profundizar en el documental sin dar a conocer los elementos sorpresivos del mismo, baste señalar que la cinta inicia cuando nuestro protagonista, el fotógrafo neoyorkino de 24 años Nev Schulman, es contactado por Abby, una niña de 8 años de edad que, por e-mail, le envía unos bellísimos cuadros basados en algunas fotos que Schulman había publicado en la prensa de Nueva York. A través del correo electrónico y luego por teléfono y poco después por Facebook, un entusiasmado Schulman entra en contacto con la madre de Abby, la atractiva Angela; y la hermana mayor de la niña, Megan, una despampanante jovencita de 19 años. Las tres mujeres son parte de una gran familia que vive en Ishpeming, Michigan, donde Abby es una especie de celebridad local: la niña pinta hermosos cuadros a los que les puede faltar algo de técnica pero en los que demuestra un genuino talento en ciernes. Poco a poco, Nev se interesa más en esta familia, especialmente en Megan, con quien empieza a hablar por teléfono constantemente, además de mandar y recibir infinidad de mensajes de texto -al final, se nos informa que en este periodo Megan y Nev intercambiaron más de 1,500 mensajes.
Nev comparte trabajo y habitaciones con su hermano mayor Ariel y un amigo de éste, Henry Joost, los dos aprendices de cineastas, quienes convencen a Nev que Abby, sus pinturas, la manera en la que lo contactó, su atractiva familia, pueden ser un buen tema para un documental. Más todavía, uno sospecha, cuando es evidente que Nev empieza a sentir algo más que mera curiosidad por Megan, esta guapa jovencita de 19 años cuyas fotos en Facebook dan la imagen de una mujer alegre, abierta, segura de sí misma. Llegado el momento, Nev, Ariel y Henry volarán hasta Michigan a conocer a estas mujeres. A estas alturas del juego, ya se imaginará usted que nada es lo que (a)parece... en Facebook.
Catfish funciona como una interesante reflexión no sólo sobre el nuevo mundo virtual en el que muchos vivimos una buena parte de nuestra vida -¿cuánto tiempo paso frente a la pantalla escribiendo en este blog y/o baboseando en el twitter?- sino sobre la inasible y fascinante naturaleza humana de siempre. Lo que encuentran los cineastas en Michigan es algo más triste de lo que podíamos esperar y es aquí cuando la misma película empieza a morderse la cola peligrosamente: ¿no estaremos viendo, al final de cuentas, un mero ejercicio de explotación de frustraciones y soledades?
Eso sí, como filme funciona. En este sentido, hay que sumarle puntos al montajista Zachary Stuart-Pointer, quien es el encargado -hay que suponer que con la dirección de Schulman y Joost- de dotar de humor, suspenso y un indudable pathos final a lo que vemos en pantalla... Aunque, a ver: ¿escribí "indudable"? Ya no lo sé: En este mundo traidor/nada es verdad o mentira/todo es según el perfil/de Facebook que tú miras.
Catfish se exhibe hoy domingo en Cinépolis Universidad a las 15:30 horas.

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