Revista Cine

Ambulante 2013/I

Publicado el 07 febrero 2013 por Diezmartinez
Ambulante 2013/I
Es complicado escribir sobre Buscando a Sugar Man (Searching for Sugar Man, Suecia-GB, 2012), opera prima del cineasta sueco Malik Bendjelloul. La película nominada al Oscar 2013 como Mejor Largometraje Documental exige no revelar nada -o muy poco- de lo que sucede en la segunda parte de este filme, pues se echaría a perder, creo yo, buena parte del sentido de su éxito, sostenido en su estructura narrativa.  Buscando a Sugar Man es una curiosa mixtura. Inicia como un convencional filme documental sobre el escenario musical en el Detroit de los años 60/70, especialmente sobre el oscuro cantante y compositor identificado solamente como Rodríguez. Continúa luego como una puntillosa crónica del rock y la rebelión en el Sudáfrica del Apartheid, a partir del misterioso éxito que tuvieron en esas tierras sudafricanas las canciones y los únicos dos discos -Cold Fact (1970) y Coming from Reality (1971)- del desconocido en Estados Unidos Rodríguez. Y, al mismo tiempo, sin hacer ninguna gran transición visible, este documental de cabezas parlantes, imágenes rescatadas y testimonios confesados -aderezado además por las canciones de Rodríguez, desenterradas del olvido-, se va convirtiendo, poco a poco, en una fascinante película detectivesca con un misterio por resolver.  ¿Quién era ese Rodríguez, aparentemente llamado Sixto? ¿Por qué no tuvo éxito comercial en Estados Unidos cuando se le comparaba positivamente con Dylan? ¿Cómo es que su música llegó a Sudáfrica? ¿Y por qué significó tanto para toda una generación de jóvenes sudafricanos blancos que veían a Rodríguez como si fuera más grande que Elvis Presley? Y a todo esto, ¿por qué se mató Rodríguez? Más aún, ¿cómo se mató? Unos dicen que se prendió fuego en el escenario. Otros que se pegó un tiro en medio de un concierto. Otros que... Bueno, usted entiende: he aquí el misterio por resolver.  Bendjelloul -que también es el editor del documental- ha construido Buscando a Sugar Man tan virtuosa como aviesamente. El experto montaje de las canciones de Rodríguez junto a  la animación ad-hoc de Arvid Steen al lado de los testimonios de los que llegaron a conocer al cantante hace 40 años más las entrevistas a los dos más apasionados fans sudafricanos de Rodríguez -el joyero convertido en dueño de una tienda de discos Stephen "Sugarman" Segerman y el tenaz periodista musical Craig Bartholomew-Strydom- van construyendo el escenario para que, en la segunda parte de la película, el espectador desprevenido -y yo lo era- reciba cierta inesperada vuelta de tuerca con una mezcla de genuina sorpresa y auténtica alegría. Estamos, como alguien dice hacia el final del filme, ante "una historia demasiado extraña para ser verdad". Pero lo es: verdad, quiero decir. Y es una historia que, con todo y sus trampas dramáticas -aunque, ¿son trampas?- termina dando un genuino trancazo emocional para el espectador que no estaba preparado. Yo no lo estaba. 

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