Revista Cine

Ambulante 2014/II

Publicado el 01 febrero 2014 por Diezmartinez
Ambulante 2014/II

Amo del Universo (Master of Universe, Austria-Alemania, 2013), cuarto largometraje del especialista Marc Bauder, llega a las pantallas mexicanas a través de Ambulante 2014 en la mejor coyuntura cinefílica posible. Y es que el filme documental de Bauder es la perfecta pieza de acompañamiento de la excesiva e irresistible obra mayor scorsesiana El Lobo de Wall Street (2013), pues el confeso banquero que lleva la voz cantante a lo largo de todo el filme es una especie de primo hermano alemán -solo que más serio y mucho más propio- del Jordan Belfort de Leonardo DiCaprio.Rainer Voss, otrora poderoso ejecutivo de algún banco alemán -nunca se dice cuál ni tampoco menciona a ninguno de sus clientes, por órdenes de su abogado- habla abiertamente de cómo funciona el sistema financiero y de qué manera se desligan de la realidad quienes viven y trabajan dentro de él. El camino del triunfo tiene sus reglas: cumplir con el rito de iniciación de quedarse en la chamba "una noche" o "dos noches", no hacer nunca preguntas incómodas a los jefes, no ventilar ni una sola convicción política y obedecer sin chistar. "Es como estar en el ejército", dice el muy articulado Voss, quien señala que el huevo de la serpiente se anidó a mediados de los 80, en plena ola neoliberal, con la moda de la desregulación de los bancos y las libertades otorgadas el sistema financiero. Así pues, señala Voss, sin un Estado vigilante y atento, la economía real empezó a quedar atrás, rebasada por la especulación y las finanzas. En este ecosistema, quien puede sobrevivir son las grandes compañías, quienes tienen la misma -o hasta mejor- información que los propios bancos. Los clientes comunes y corrientes, dice Voss, no tienen la misma oportunidad. Por supuesto, cuando estos incautos ganan, lo presumen a voz en cuello y no recuerdan todas las veces que han perdido, "gracias" a sus asesores financieros. Se trata de una ruleta rusa, dice el exbanquero, y esos  inversionistas privados -más o menos los mismos de los que se burla el Jordan Belfort de El Lobo de Wall Street- están destinados a perder.Bauder nunca aparece en el encuadre. Inquiere a Voss en off, en otras ocasiones lo interrumpe, pero la mayoría de las veces lo deja hablar libremente y sin cortapisas, lo sigue mientras camina por una imponente catedral financiera de vidrio y acero -un enorme edificio vacío en el que estuvo un banco en el que alguna vez trabajó-, escribiendo fórmulas en los cristales, sentándose en desérticas salas de juntas, apuntando hacia el cableado en el que estaban conectados los servidores a través de los cuales él y los suyos tomaban decisiones en segundos. El retrato que entrega Bauder del mundo financiero contemporáneo a través del testimonio de Voss es terrorífico: tipos como él, desconectados por completo de la sociedad, pueden decidir qué países van en picada. Primero Grecia, sigue Portugal, después España, ahí viene Italia y si la crisis global le pega a Francia -y Voss da algunas razones para no ser muy optimistas con la economía francesa- la hecatombe económica, política y social puede resultar de pronósticos reservados.Mientras la cámara de Börres Weiffenbach se pasea por el edificio vacío y antes de que la música de Bach se escuche en un premonitorio tono de réquiem, Voss nos deja sus últimas reflexiones: aunque la solución a la crisis global no es tan complicada -basta que los bancos y financieros dejen de apostar en contra de países como Grecia o España, por ejemplo-, la realidad es que nadie ha aprendido o quiere aprender un carajo. Es una cuestión casi de semántica, dice Voss: todo mundo dice que "los mercados" son los que deciden, son los responsables, son los culpables. Pero no, nada de eso: el agente moral, como lo sabe cualquier estudiante de ética de preparatoria, no es un ente abstracto como "el mercado", sino quienes lo manejan. Y esos tienen nombre y apellido. Aunque no tengan madre.

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