Acaba de iniciarse una campaña para destituir a José Antonio Sánchez, presidente de RTVE, no por el resultado de su trabajo, bueno o malo, sino por haber dicho en un discurso tras la firma de un acuerdo con televisiones americanas que “España no fue allí colonizadora, fue evangelizadora”.
Para la izquierda ahora indigenista eso es insultante porque su doctrina asegura que España cometió un genocidio del que debe pedirle perdón a la actual población criolla y mestiza; cuando en último y erróneo extremo debería pedírsela esta gente a sí misma por descender de los conquistadores.
Sánchez añadió, citando a la historiadora y antropóloga australiana Inga Clendinnen, autora de “Los aztecas. Una interpretación”, que lamentar la desaparición del Imperio azteca es como dolerse de la derrota de los nazis en la II Guerra Mundial.
Podía haber citado decenas de libros que comienzan a desmontar la historia manipulada contra los descubridores, como el estudio recién aparecido de Elvira Roca Barea, investigadora del CSIC y profesora en Harvard, “Imperiofobia y Leyenda Negra” (Siruela).
Roca revela, por ejemplo, la falsedad de los datos sobre las muertes de indios aportados por Bartolomé de las Casas.
De haber sido ciertos cada español llegado a América desde 1492 tendría que haber matado diariamente a 14 nativos, pero no durante la vida de este monje del siglo XVI que estuvo poco tiempo en América, sino hasta las independencias a partir de 1810.
¿Cómo unos 500 españoles pudieron conquistar el gran imperio azteca si no fue por el apoyo de las tribus que servían de ganado, y de las que en algunas fiestas se comían hasta 22.000 víctimas?
Pero no debe decirse: es políticamente incorrecto, y por eso Sánchez debe ser sacrificado y cocinado a la brasa por los progresís indigenistas, nuevos aztecas.
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SALAS