Está por llegar al final American Crime Story. No hace falta esperar ansiosos el final porque ya se sabe, pero no por eso la historia pierde fuerza o efectividad al momento de narrar los acontecimientos del famoso caso judicial de O.J. Simpson.
Más allá de las tramas inventadas, como el cuasi enamoramiento entre la fiscal Marcia Clark (Sarah Paulson) y Chris Darden (Sterling K. Brown) o algunos detalles para dramatizar aún más los hechos, la tensión y lo intrincado del juicio fue retratado perfectamente. Se trató de un caso muy complejo y con demasiadas aristas, una mini-serie fue perfecta y con el tiempo adecuado para tomar los problemas sociales, raciales y mediáticos que hubo alrededor de la muerte de Nicole Brown Simpson.
Para los que no estén enterados del juicio, se trata de un caso muy polémico desde su nacimiento, que tiene la cuestión racial sellada por la condición de afroamericano de su protagonista, como por los desastres del pasado de la policía de Los Angeles (con el antecedente de los destrozos por la falta de condena a los oficiales que golpearon a Rodney King). La defensa de O.J. Simpson se agarra de ese pasado para crear una historia que ponga a su protagonista como una víctima del racismo, a pesar de la múltiple cantidad de evidencias en su contra.
Cada capítulo se focalizó en un hecho o alguna controversia en particular del caso; eso le dio una posibilidad de desarrollo que permitió seguir casi el año y medio de duración real. El primero fue la escena del crimen; el segundo fue la persecusión, el tercero, el armado del "Dream Team" defensor; el cuarto, los alegatos y así... Un claro orden y con distintos protagonismos, sobre todo con sentimientos que cambian. El rol de Robert Shapiro (John Travolta) queda muy desplazado a medida que avanza, así como las dudas de Robert Kardashian (David Schwimmer) se incrementan. No sólo se sigue el caso en sí, sino los momentos de los personajes, y las dudas que van surgiendo en ellos.
En todo momento, la indignación del espectador evoluciona con los hechos. Si creían que en algún lado del mundo hay una justicia imparcial, no es su serie.
Las actuaciones también se repartieron adecuadamente, pero todo estuvo particularmente centrado en la fiscal Marcia Clark y en el abogado defensor Johnnie Cochrane (Courtney B. Vance). Ambos personajes son pilares de la serie y del conflicto, los dos hacen su trabajo más que bien para absorber los intereses en pugna dentro del caso.Los medios de comunicación, como dijimos en el artículo anterior, no aparecen directamente, no se focalizan en un personaje o como el clásico villano o héroe. La figura más adecuada para describir el rol de los medios de comunicación en esta serie se ajusta mejor a la de un dios que a la de narrador, protagonista, antagonista o personaje. El único periodista que aparece con frecuencia es Larry King (él mismo Larry King) y Dominick Dunne (Robert Morse), y no tienen ningún tipo de peso o influencia sobre lo que sucede, directa o indirectamente.
La figura es la de un Dios porque está ausente, pero su influencia es determinante casi en todo momento. Las acciones de los protagonistas están hechas para satisfacer sus demandas, anular sus efectos, o evitar sus represalias. Se puede decir, como "moraleja" del caso, que también el fallo fue de la manera que fue porque el equipo de abogados que mejor supo manejar la ira del dios mediático tuvo su recompensa. Como un dios griego caprichoso, que juega sus propias reglas y sus adoradores, como una tragedia griega con un destino definido desde el principio en el cual todos deberán sufrir, pero mientras más entiendan su capricho mejor parados saldrán. Un dios poco misericordioso. Más allá de la hipérbole, hay algo de cierto en cómo se presentan los hechos en la serie, el miedo constante al hype mediático supera cualquier otro factor, incluso, por encima del racial, el cual está íntimamente relacionado con el caso y con lo mediático.
Lo mejor de la serie tiene que ver con una suerte de monstruo detrás de la serie y en como se vive desde adentro, con las presiones que implica el caso y, que prácticamente no se ven. Similar a cuando los jugadores de fútbol dicen que al rodar la pelota se olvidan del contexto previo a la final.
Así como la serie trata un caso emblemático de la década del 90, también es muy útil para entender muchos de los cambios que introdujo a nivel mundial, aunque como factor no sea tan expuestos, y quizás los noventas sean solo un accesorio que decora la serie. El escándalo mediático de las celebrities estalla en esta década, mucho más que las anteriores, obviamente aquí se entremezclan cuestiones sociales, pero O.J. Simpson es central, y sobre todo, es una celebrity.
Por todo esto vale la pena seguir la serie a pesar de tener un final anunciado. Mantiene la sorpresa y da ganas de esperar lo próximo a pesar de conocer su resolución. Sus protagonistas son sólidos y, como suele repetir en la serie, se crea una historia con todos los ingredientes para el público. No importa la verdad, importa la forma en que se la narra.
Por Germán Morales