Surge espontanea y periódicamente entre los seguidores de Neil Gaiman la tonta pregunta de si es mejor guionista de cómic o novelista. Es una pregunta tonta porque se refiere a dos artes diferentes y porque siendo un buen novelista, hablamos de uno de los mayores artistas de la historia de la viñeta, con lo que caso de plantear esta cuestión, creo acabo de dar mi opinión al respecto. Particularmente creo que sería de mayor interés el preguntarse por los puntos de encuentro entre sus creaciones en ambas artes, y si ya señalé que en Neverwhere era fácilmente encontrable al Gaiman historietista, es sin duda American Gods la obra en que se percibe mejor cómo ambos creadores convergen.
Por un lado tenemos el estilo narrativo, donde reconocemos las páginas de esos números de Sandman en los que Morfeo no aparecía o lo hacía de forma casi testimonial, pero sobre todo aquí encontramos al Gaiman capaz de crear mundos fantásticos de forma sostenible, compacta y creíble.
En American Gods desarrolla paralelo y coexistente a nuestra cotidiana existencia un Estados Unidos poblado por un buen puñado de dioses que caminan entre nosotros, mas no precisamente todopoderosos, sino vulnerables, pues sacan su poder de la fe remanente en ellos. Además, nos limitamos a una América más volcada en los casinos, la tecnología o la televisión (una suerte de nuevos y antagonistas dioses), que en ídolos sumerios ya olvidados excepto quizá en los museos de arqueología (euroasia poseería sus propias instancias de las entidades).
Curiosamente, aunque el desarrollo y el escenario resulten totalmente diferentes, la idea fundamental es similar a la que tuviera el gran Terry Pratchett (íntimo amigo de Gaiman; hasta escribieron Buenos presagios a cuatro manos) en su desternillante y mundodisquera Dioses menores.
Pues ese es el escenario, unos Estados Unidos más o menos contemporáneos plagados de dioses de todo tipo que no percibimos. En cuanto al protagonista, de nombre Sombra, será menos anodino que el de Neverwhere, pues su punto de partida indicará un bagaje tras de sí: sale de la cárcel unos días antes de la cuenta para ir al funeral de su esposa, repentinamente muerta, y que por otro lado era su único destino tras salir de prisión. En esas está cuando un desconocido llamado Wednesday, un viejo extrañamente vigoroso le ofrece un suculento trabajo de guardaespaldas, para no mucho tiempo y sin compromiso de permanencia. Desde ese momento la vida de Sombra se complicará (más aún), conociendo a un buen puñado de personajes/mitos/dioses/hombres, cada cual más raro que el anterior, como el travieso Sweeney el loco, el leal Nancy, o el violento pero entrañable Chernobog, con su no menos peculiar familia.
La novela ganó Hugo, Locus y Nebula en el 2002 (el triplete de los grandes premios del género), además del Bram Stoker, así que no seré yo quien le reste mérito si se lo han concedido quienes me superan en conocimientos y la han convertido en un clásico moderno, pero sí diré que, aunque me ha gustado y cumplido las expectativas que en ella tenía depositadas, que no eran pocas, me da la impresión de que Gaiman ha seguido creciendo como escritor desde que firmara esta obra, y El Libro del Cementerio sigue siendo mi novela favorita del inglés, aunque algunos pudieran considerarla como de menor calado.
No obstante, American gods es una buena novela, bien escrita, consistente, disfrutable, amena, y quizá la mejor para dar el salto desde Sandman, pues este resultará poco abrupto, natural, y caeremos de pie. Además, próximamente nos encontraremos con una serie de televisión basada en la misma con el sello de calidad de la HBO (con Gaiman ya escribiendo guiones, aunque aún sin ningún plano rodado, crucemos los dedos), lo que supondrá sin duda otro aliciente para devorar sus páginas. No creo necesario exponer más razones para leerla, ¿verdad?
Dejo ahora algunas citas apuntadas durante su lectura:
“Es fácil llorar cuando te das cuenta de que las personas que quieres acabarán por rechazarte o morirse. En un plazo suficientemente largo, la tasa de supervivencia de cualquier persona se reducirá a cero.”
“Todas las horas hieren. La última mata.”
“- Nunca se ha librado una guerra en la que los contrincantes supieran a qué bando pertenecían. Los peligrosos de verdad creen que están haciendo lo que sea que estén haciendo tan solo porque tienen una confianza ciega en lo que hacen. Y eso es lo que les convierte en peligrosos.”
“- ¿Y tú? –preguntó sombra–. ¿Por qué haces lo que haces?
- Porque quiero.”
“Era un sueño y en los sueños no hay elección; o bien no hay decisiones que tomar, o bien las decisiones están tomadas mucho antes de empezar a soñar.”
“Las religiones son, por definición, metáforas, después de todo: Dios es un sueño, una esperanza, una mujer, un cachondo, un padre, una ciudad, una casa con muchas habitaciones, un hacedor del tiempo que se dejó su cronómetro más preciado en medio del desierto, alguien que te quiere, incluso, a pesar de las pruebas, un ser celestial cuyo único interés es asegurarse de que tu equipo de fútbol, tu ejército, tus negocios o tu matrimonio prospere, se desarrolle y triunfe por encima de cualquier oposición. Las religiones son sitios para ponerse de pie, mirar y actuar, posiciones estratégicas desde las que observar el mundo.”
“Como mejor describe uno un cuento es contándolo. ¿Lo ven? La manera en que uno describe una historia, a sí mismo o al mundo, es contando la historia. Es un acto de equilibrio y es un sueño. Cuanto más minucioso sea un mapa, más se parecerá al territorio. Y el mapa más minucioso de todos sería el territorio, con lo que se convertiría en perfectamente minucioso y perfectamente inútil. El relato es el mapa del territorio. No lo olvidéis nunca.”