Después de tanto tiempo acompañado, no podría prescindir de ninguna de las dos. Las sigo queriendo. Las dos tiraron de mi vida cuando tuve aquel ataque sorpresa de soledad: ¡Terrible sensación de tiempo baldío, de alejamiento vital, de sentirme nada! Las dos me animaron en otra ocasión en que estaba desbordado, como un aldeano cuando llega por primera vez a la ciudad de los rascacielos.
Decir que son excelentes compañeras, no haría justicia a lo que han tenido que soportar en ese difícil y sinuoso camino que fue mi vida hasta encontrar mi propio sitio. Aún puedo decir de ellas que me desperezan cada mañana y que siguen siendo silenciosas.Las dos me resultan atractivas, elegantes y seductoras. Aunque son como gemelas, una se adapta a mi pie derecho de mejor forma que la otra.Texto: Jaime del Egido Mayo