El Canal de la Infanta, a pesar de la importancia capital que tuvo durante los siglos XIX y XX para el desarrollo y la historia de L'Hospitalet, es un canal de riego del cual, buena parte de la población actual de la ciudad no ha oído hablar en la vida o, en el mejor de los casos, lo relaciona con una alcantarilla que olía muy mal.
En estos momentos, nadie se acuerda de por donde pasaba, ni cuál era la implicación del canal en la vida cotidiana de las tierras hospitalenses por debajo de la vía del tren. Nadie sabe porqué en el acceso del metro de la Rambla tienes que subir y bajar de forma extraña, ni porqué la Avenida Josep Tarradellas desde la Rambla hacia Cornellá está a dos niveles, ni porqué la Biblioteca Tecla Sala está donde está, ni porqué las calles del barrio de Santa Eulalia tienen el trazado que tienen, ni porque el campo del " Hospi" se llama Feixa Llarga ..., y pese a que la sombra del canal está por todas partes allá donde se mire, la amnesia es total.
Sin embargo, ésto, que se puede perdonar a un vecindario recién llegado y que no ha conocido la realidad precedente a su llegada, no es excusable a nivel de nuestro ayuntamiento, garante como debiera de ser de la historia y la memoria de L'Hospitalet como la segunda ciudad de Catalunya que es. Y esta amnesia es tanto más inexcusable en cuanto que el propio ayuntamiento, que durante la Transición tuvo que luchar duramente para concienciar a la población inmigrante de que éramos una ciudad independiente y no un barrio más de Barcelona, sea ahora mismo quien cuestione si debe preservar o no los últimos restos existentes en L'Hospitalet del Canal de la Infanta.
Reducir, como está haciendo con el asunto del viejo canal el actual gobierno socialista de la ciudad, la historia de un pueblo a una mera cuestión de política de partido y a un "sostenella y no enmendalla" sintomático es, sin duda alguna, una falta de respeto para con la población a la que supuestamente sirve.
L'Hospitalet tiene derecho a ser consciente de que somos lo que somos gracias a una sencilla canalización de agua limpia que la dictadura franquista nos arrebató sin contemplaciones convirtiéndola de la noche a la mañana en una pestilente alcantarilla en buena parte de los 3.670 metros que tenía en nuestra ciudad.
Si el Ayuntamiento se decide a destruir los últimos 125 metros de Canal de la Infanta que nos quedan para construir 800 horrorosos e inútiles pisos, no sólo destruirá una perla -reconocida por el propio Parlament de Catalunya- que nos une sentimental y físicamente con el Baix Llobregat, sino que destruirá lo poco que queda del verdadero pueblo de Hospitalet.
Muerto el canal, muerto el pueblo. Sin raíces ni rasgos identitarios que nos liguen con un pasado, el nuestro, no tan lejano, sólo nos quedará que convertirnos en la gris barriada de Barcelona que nuestros padres evitaron que nos convirtiéramos.