Revista Cine

Amor

Publicado el 20 febrero 2013 por _jorge_

Haneke convierte lo inútil es necesidad. Amour sería una película insípida si no estuviera detrás Haneke. Todo lo que toca termina siendo majestuoso debido a su saber, poca gente puede presumir de hacer las cosas tan bien como él. A Haneke todo le vale, algo así como el Enrique Ponce del cine. Cualquier historia le vale, lo que sería un telefilme de mierda acaba por convertirse en algo digno sin ningún error conceptual como es normal hoy en día.

Si alguien puede presumir de manejar a la perfección el tiempo ese es Haneke. La cámara y el espectador son uno, no hay distancias ni barreras. Por momentos sientes que estás formando parte de la historia y eres uno más. La posición fija y la altura revelan esa sensación de espacio tiempo donde Haneke es un maestro, acordaros como se lucía en Funny Games o La cinta blanca.

Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva protagonizan esta escalofriante realidad de vejez y amor eterno. Isabelle Huppert repite con Haneke (La pianista) en el papel de hija. Una hija en la distancia que quiere ser lo que no le es. La forma de afrontar la vejez y el amor se profesan convierte a Amour en una película de culto, sobre todo si tienes más de 70 años.

Amour ha recibido mil premios y mil nominaciones. Seguramente se las merezca y consiga reconocimientos, pero si no estuviera detrás Haneke, ¿lo habría conseguido igualmente?

Amor


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