Revista Cine
El amor conyugal
Michael Haneke ha vuelto esta vez de una forma diferente: en Amor muestra su lado más humano, dejando algo aparte su visión cruda de la vida, como ya hizo David Lynch con Una historia verdadera (1999), saliéndose del surrealismo de sus otras películas y probando suerte con las relaciones humanas. Lo curioso es que la de Lynch obtuvo muy buenas críticas y Amor, entre muchos premios, ha sido considerada la mejor película europea del año, consiguió la Palma de Oro en Cannes, y está nominada a cinco Oscar, incluido el de mejor película.
La película empieza justamente por el final: unos bomberos entran por la fuerza a una vivienda, donde encuentran a una mujer mayor yacida en la cama de una habitación. Después veremos una escena donde una pareja de ancianos ha ido al teatro a ver la actuación de Alexander (Alexander Tharaud, pianista también en la realidad) que fue un alumno de piano que tuvieron en el pasado. Ellos son George (Jean-Louis Trintignant) y Anne (Emmanuelle Riva) y viven en París pero tienen una hija en Londres llamada Eva (Isabelle Huppert). George y Anne llevan una vida normal y se avienen muy bien, pero George verá ciertos cambios en ella, como momentos de parálisis. Hasta que un día él se asusta mucho al ver que ella no responde a sus palabras y se queda quieta en su sitio sin poder hacerla reaccionar. Debido a esto los médicos la operarán al encontrar la carótida obstruida. Sin embargo, la operación no sale bien y se le queda todo el lado derecho de su cuerpo dormido.
A partir de aquí, veremos la auténtica relación que hay entre ellos dos, ya que aunque ella no quiere que él la cuide tanto, George estará pendiente a todas horas de su estado y la ayudará en todo lo necesario (más adelante con la ayuda de una enfermera). Se verá el amor que hay entre ellos dos y la atención que George tiene hacia su mujer. Además, no querrán que su hija se entere de su estado cada vez más precario, intentando ocultárselo para que no la lleven a ninguna residencia. Él le dará de comer, la cuidará, y le ayudará a dar pequeños pasos por el piso. Y es que la historia transcurre entre esas cuatro paredes, dando aún más la sensación de que no habrá esperanza para Anne, esperando el espectador el momento crucial de la historia. Y todo ese tratamiento que debe llevar ella Haneke lo muestra con escenas largas, como suele hacer en sus películas, mostrando con planos fijos la dureza de la enfermedad.
Con todo esto, me gustaría comentar que Haneke vuelve a dar muestras de sobriedad y sabe tener al espectador a la espera de algún que otro momento suyo, de esos que dejan al espectador algo incómodo, sentado en la butaca pensando en lo que ha visto. Pero sí que en Amor me ha parecido que ha querido alargar demasiado la historia, que con menos metraje se podría haber contado lo mismo, sin mostrar tanto la enfermedad de ella, viendo tanto tiempo lo que le cuesta a Anne el poder hablar bien. Es como si esta vez a Haneke le haya gustado demasiado centrarse en el estado de uno de sus personajes, ralentizando demasiado el ritmo narrativo. Lo que no quita el mérito de conseguir aún así un resultado digno de mencionar, sobre todo con las interpretaciones de la pareja protagonista. Jean-Louis Trintignant lleva todo el peso de la historia y su actuación, después de nueve años de su última película, es inconmensurable. Y esta vez, Haneke cuenta una historia más personal, ya que tuvo una experiencia similar con una tía suya que tenía una enfermedad reumatoide. Y aunque la película no tiene nada que ver con la realidad, lo que vivió le conmovió tanto que quiso rodar esta historia de amor.
"Una historia de amor al estilo de Michael Haneke, en la que brillan las interpretaciones de la pareja de ancianos"