Comenzaremos con las hermosas historias de Collie, Lobito y Ovejero. Estos canes tienen en común el lugar en el cual se hicieron conocidos, el cementerio La Piedad en Rosario, Argentina.
Foto de Collie
Collie es un perrito que desde el día en el que sepultaron a su tutor (no nos parece apropiado el término “amo” para referirnos a la relación entre un humano-animal) se quedó junto a su tumba la noche entera. Al día siguiente, familiares del fallecido, van en búsqueda de Collie siendo imposible lograrlo. Éste no abandonaría ese lugar tan fácilmente. Al cabo de unos días regresaron por él con mayor decisión, “Vino el hijo de la persona fallecida, intentó atraparlo con una soga pero el perro escapó hasta el fondo y no hubo manera de sacarlo de acá”, recuerda Lombardo, que lleva 30 años trabajando en el lugar y se ocupa personalmente de alimentar a Collie todas las mañanas. Para Lombardo ese es el único momento del día en que Collie demuestra afecto por otra persona, ya que, el resto del día se muestra esquivo con las muestras de cariño como si se negara a sentir otra mano que lo acaricie que no sea la de su tutor.Elena es empleada de La Piedad y trae a su memoria otra historia de nobleza. “Hubo un perro negro y lanudo, que llamaron Lobito, que estuvo como ocho años al pie del nicho de su amo, en el primer piso, no se movió más de ahí. Mi hermana le daba de comer y como ladraba, muchos se quejaron, y terminó llevándolo a su casa hasta que murió de viejo”, señala. “¿No le contaron del Ovejero?”, “Fue una historia similar a la de Collie. Cuando falleció el dueño, el ovejero se instaló en una perpetua del solar y nunca más se fue, habrá estado unos cuatro años, al principio tenía una actitud activa, pero después murió ahí mismo de tristeza”.
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Dago