Revista Opinión

Amor En 3 Actos O Tres Citas

Publicado el 12 octubre 2018 por Carlosgu82

I
Una llamada inesperada alegró aquel sábado que parecía ser como cualquier otro
Y aquel primer encuentro de las miradas y las sonrisas, de los suspiros profundos.
Las atenciones correspondientes, la tensión romántica en el aire y la expectativa a flor de piel.
La comodidad y la alegría juntas, la emoción y la sensación de paz.
La mirada constante a la par de la noche, las sonrisas interminables y las copas de vino.
Las palabras nuestro túnel y las pasiones, hablar de sueños y convicciones, filosofar sin pretender y observar que el mesero nos veía de reojo como si estuviéramos locos por hablar de Platón y de Historia en general.
La noche fue tan corta que no alcanzó, nos despedimos sin querer. Y para confirmar lo inolvidable de aquella noche un divino abrazo nos unió y nunca encajé tan perfectamente en otros brazos o en otro pecho y ningún otro corazón. Un beso en la cabeza y a dormir, por un segundo volví a ser una niña otra vez y sonreí. Sabía que no me quería ir de él jamás.

II
Triste por su ausencia y con la determinación de estar a tiempo para vivir sin la ilusión de su vida junto a la mía ya no esperaba más de ese día. Cuando una vez más él salvó el día.
Un latte deslactosado y su sonrisa, por favor. Uno frente al otro y las horas pasaron volando, junto a la lluvia de la tarde. Mi elocuencia se frenó ante su encanto y morí de la vergüenza, pero su mirada llena de ternura me daba la confianza de renacer. Y su abrazo…

III
Ignoraba mis miedos y mis errores por sentirme feliz, plenamente feliz y él junto a mí.
Verlo llegar, esforzarse por estar ahí con sus ojos cansados por el día. Amar el inicio de nuestras conversaciones extrañas y profundas. Me enamoré de los lattes junto a él. No tiene precio producir felicidad en otra persona y sobre todo cuando es la persona que se ama. Solo había sentido eso de ser feliz porque otro ser es feliz una vez en la vida y fue en la boda de mi mejor amiga. Y cuando vi su sonrisa y su mirada llena de esa ilusión pura y sincera me di cuenta que quería hacerlo feliz el resto de mi vida. Había valido la pena y siempre lo sería así.
Además de mis besos favoritos, los de él en mi cabeza, había esperado toda mi vida para fundirme en abrazos y con las manos. Y con él todo era justo como lo había soñado y aún mejor porque era en vivo y a todo color. Unos últimos tres abrazos y nuestras almas y cuerpos no se querían despedir, justo como la primera vez. Y como la primera vez que lo conocí. Las yemas de nuestros dedos rozándose y nuestros brazos alargados, no podíamos dejarnos ir. Y solo pude alejarme en completa paz y felicidad cuando recibí aquel beso que me mandó junto con el viento. Y su tierno “me avisas cuando llegues”.
FIN


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