Revista Educación

Amor en tres pulgadas

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Amor en 3 pulgadas

Love is in the air, pollution too. / BB

Esto me sucedió el otro día, mientras viajaba en tranvía desde La Laguna a Santa Cruz. Me atreví a afinar el oído, cosa que rara vez hago, y decidí escuchar una entretenida conversación entre dos jóvenes, un chico y una chica. Esta fue, más o menos, la escena:

El tren avanza hacia la capital. Un chico delgado, con gafas, aspecto de empollón y una bolsa de deporte entre las piernas permanece sentado, mirando hacia el fondo del vagón. De vez en cuando echa un vistazo a su teléfono móvil, una Blackberry con funda roja, para ver si ha entrado algún mensaje. Llegado un momento, el tranvía se detiene. Ha llegado a la parada del intercambiador de La Cuesta. Sube una chica bastante joven, con ropa muy ceñida y demasiado maquillada. También lleva, casualmente, una Blackberry entre las manos, pero al contrario que él no deja de mirarla y de teclear, de una manera compulsiva. Se sienta enfrente, absorta en su pantalla de apenas 3 pulgadas.

Pasadas dos paradas, ella levanta los ojos y se queda observando al chico durante dos segundos. Él no duda.

-Hola, ¿cómo estás?

-Agobiada. ¿Y tú?

-Bien… ¿Cómo te llamas?

-Yurena. ¿Y tú?

-Óscar. ¿Tienes Tuenti?

-No, sólo tengo Twitter y Hotmail Messenger. ¿Quieres mis cuentas?

-Claro, dame el Messenger. ¿Quieres mi correo?

-Vale, por qué no.

Se intercambian las direcciones y entonces suena el teléfono de Yurena. Responde.

-Hola, tengo que verte. Estoy yendo para Santa Cruz, pero voy a subir a La Laguna. ¿Nos vemos? Tía, necesito verte. Estoy hecha una mierda, el hijo de puta este, mira que le dije que pasara de rollos, que se iba a buscar la ruina… Sí, sí, mañana hay que ir al juzgado… Cabrón de mierda, mira que se lo dije… Siempre lo mismo, siempre jodiendo…

En mitad de la conversación telefónica, el tranvía llega a la parada de Puente Zurita. La chica se levanta, mira a Óscar y le sonríe, al tiempo que su boca sigue narrando otra realidad bien distinta, mucho más cruda. Se baja y avanza hablando por teléfono, a través de la mediana, rumbo al restaurante Los Ángeles. Él gira la cabeza y mira su culo alejándose a través del cristal, en estado de trance. Un golpe, el tren arranca y el chico despierta de su corto sueño. Por primera vez en todo el viaje, el empollón escribe algo en su Blackberry: el correo de Yurena. Mañana puede ser un gran día.

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