A estas alturas de la película todos/as sabemos ya lo que es el amor incondicional, el afecto que se da o se recibe sin que medie condición, limitación ni restricción alguna pero… ¿Tenemos tan claro cómo conseguir amar incondicionalmente o qué beneficios nos reporta hacerlo?
En el estudio de distintas disciplinas espirituales se menciona el amor incondicional como requisito indispensable para alcanzar la paz interior pues este tipo de afecto, extendido a cualquier persona, ser vivo o cosa, encierra un gran poder transformador que hace aflorar sensaciones plácidas y serenas en nuestra vida. De hecho, la tradición cristiana en la que muchos nos hemos educado (yo fui a colegio de monjas hasta los 16 años) también recoge en sus textos bíblicos el concepto de “amor verdadero” como el único generoso, el que nada espera a cambio.
Sin embargo, parece que cueste encontrar el amor incondicional o, aún mejor, parece que incluso nos cueste amar incondicionalmente. ¿Cuántas veces has escuchado eso de “si no te portas bien mamá no te va a querer”? ¿O el típico “no puedo seguir amándote si no cambias”? Todos tenemos expectativas y se hace complicado amar sin condiciones porque las personas que nos rodean no siempre tienen las palabras o actitudes justas que estábamos esperando. Con los animales pasa lo mismo; si te preguntas “¿y por qué no entrenar el amor incondicional con mi mascota?” te diré que yo tengo dos gatas maravillosas y reconozco que sus juegos malabares de madrugada me impiden ver cuán maravillosas son a veces han sacado lo peor de mí… Y es que, ¿quién no ha odiado momentáneamente a su perro por destrozar su juguete favorito de la infancia, aquél impresionante muñeco con forma de Stegosaurio que perduraba intacto después de 20 años? Pocos se salvan de sentirse identificados en este momento.
Yo no sabía amar incondicionalmente y aprendí de la mejor forma, de la mano del que ahora es mi marido. Era incapaz de entender cómo era posible que ese hombre me mirara con los mismos ojos brillantes, amorosos y orgullosos de mí aunque tuviera una mala palabra, aunque mi cuerpo cargara con 20 kg de más, aunque no fuera justa con él. Simplemente comprendí que me quería sin condición alguna (cosa que ni yo misma hacía) y decidí descubrir la forma de hacerlo yo también, porque ambos lo merecíamos (¡y nuestras gatas también!). De ahí que hoy, ahora que ya sabes para qué sirve el amor incondicional, quiera explicarte cómo logré amar sin condiciones y de qué forma me ayudaron una planta y otras tácticas:
- Tener una planta: puesto que la paz interior se alcanza gracias a la comprensión y la aceptación llegué a la conclusión de que tener una planta me ayudaría a desarrollar mi habilidad de sentir y dar afecto de forma incondicional pues un vegetal vive y muere igual que una persona y proporcionarle cuidados y amarla sería una buena forma de empezar. Elegí una orquídea, acepté que era esencialmente delicada e inicié mi rutina de cuidados, por cansada que estuviera o malo que hubiera sido el día: le quitaba el polvo de las hojas suavemente y con paciencia, me aseguraba de regarla si era necesario, contemplaba su belleza, me sentía agradecida por poder hacer todo ello… La orquídea floreció más, perdió sus flores, le salieron brotes verdes, sufrió una plaga y murió. Nunca esperé que volviera a florecer, tampoco que creciera más o menos… Simplemente aceptaba lo que sucedía, le dedicaba un tiempo de calma una vez al día y me sentía agradecida por poder hacerlo. No me enfadé porque se quedara sin flores ni porque muriera, esas son cosas que pasan. Y supe que había descubierto lo que significa el amor incondicional en la práctica (la teoría era muy clara) porque una de mis bien amadas gatas se ensañó con la orquídea y simplemente pensé: “la quiero así, tal y como es”.
- Decidir qué hacer y cómo hacerlo: el amor incondicional no se da ni se siente de forma puntual, es la firme conciencia y decisión de darlo en cada momento, de hacer hasta las pequeñas cosas con amor. Si no sabes cómo hacer eso simplemente pregúntate: “¿Qué es lo más amoroso que puedo hacer por esta persona en este preciso instante?”. Hazlo sin sentir la necesidad de explicárselo a alguien (esto no es una competición que nos juzgue como mejores o peores personas).
- Definir con exactitud: es importante definir con exactitud lo que significa este afecto sin condiciones pues no hay que caer en la servidumbre; esto es, amar no significa garantizar una comodidad eterna. Haz lo que sientas y lo que te gusta sin convertirte en esclavo/a de nadie y, sobretodo, no protejas a nadie hasta el límite de solucionarle hasta el más mínimo contratiempo pues amar también es fomentar y acompañar en el crecimiento y evitarle a alguien el sufrimiento es coartarle también las opciones de crecer.
- Perdonar: el perdón es algo que somos y no algo que hacemos y eso significa que perdonar es algo inherente al amar incondicionalmente, aunque no nos pidan perdón. Aceptar lo sucedido es sinónimo de soltar emociones desagradables que pueden convertirse en sentimientos o cargas emocionales insanas (esto no significa que haya que dejarse pisotear, ni mucho menos).
- Disfrutarlo: cuánto más afecto incondicional des mejor te sentirás porque ya no tendrás esa sensación de deuda (como el “me tiene que querer porque yo le quiero”), simplemente amarás. Esto te permitirá sentirte tranquilo/a, lleno/a de energía y más conectado con este tipo de discurrir.
Después de todo esto, me pregunto: ¿en qué medida has pensado en el amor incondicional hacia ti mismo/a mientras leías esto? El amor incondicional sin restricción implica darlo a todo el mundo, libremente pero… ¡No te olvides de empezar por ti! Cuando te juzgas o cuando pones el listón muy alto como condición para sentirte válido/a, por ejemplo, te alejas del camino del bienestar y ello te conduce a una vida en la que no importa nada más que el complacer a los demás.
Date permiso, sé coherente. Ámate para amar, perdónate para perdonar. Sin condiciones.