Recientemente, leí una publicación de Ferr Correa (@ferr2707), “Vivo sin vivir” (https://www.nocreasnada.com/vivo-sin-vivir). En dicha entrada, la experiencia vivida y plasmada en sus líneas me inspiro a escribir un par de reflexiones con relación al amor, las cuales publicaré en dos post diferentes. En este caso, me referiré a un fenómeno sociológico definido como el “amor líquido”. La otra entrada versará sobre algunos pilares para “solidificar” nuestras relaciones.
El concepto de “amor líquido” fue acuñado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) en un libro homónimo publicado en 2005 por el Fondo de Cultura Económica (México). Bauman también es conocido por la publicación de otros libros como “Modernidad líquida” (1999), “Vida líquida” (2006), “Miedo líquido” y “Tiempos líquidos” (2007), entre otros textos (esto tiene cierto aroma a mercadotecnia académica, pero eso es otra discusión).
Con la metáfora de lo “líquido”, el autor describió las características de lo que -a su juicio- serían los rasgos del mundo contemporáneo: falta de solidez y calidez, así como la tendencia a lo fugaz, lo superfluo, lo étero. En otras palabras, menores compromisos.
“Amor líquido” extiende este análisis al ámbito de las relaciones interpersonales. El libro aborda la fragilidad de los vínculos humanos, ampliando la idea de amor más allá del amor romántico, para hablar en términos generales del amor al prójimo.
A nivel estructural, tres serían los rasgos sociológicos que encuadran este fenómeno: 1) el individualismo o un exacerbado deseo de autonomía personal (hago énfasis en exacerbado), 2) el consumismo, y 3) la mercantilización de la vida. La combinación de estos tres aspectos tendría como consecuencia una noción del amor como mercancía, un objeto que consumiríamos guíados por criterios de racionalidad económica (costo/beneficio, oferta/demanda, valor simbólico, etc.).
De igual manera, esa tríada nos lleva una sensación de presente eterno, de usar y tirar mercancías constantemente. ¿Hasta que la muerte nos separe? Esa idea de un amor igualmente eterno se diluye. Estaríamos en tiempos de gratificación inmediata, de conexiones y desconexiones everywhere.
En palabras de Bauman,
“Vivir juntos -por ejemplo- adquiere el atractivo del que carecen los vínculos de afinidad. Sus interacciones son modestas, no se hacen promesas, y las declaraciones, cuando existen, no son solemnes, ni están acompañadas por música de cuerda ni manos enlazadas. Casi nunca hay una congregación como testigo y tampoco ningún plenipotenciario del cielo para consagrar la unión. Uno pide menos, se conforma con menos y, por lo tanto, hay una hipoteca menor para pagar, y el plazo del pago es menos desalentador”.
Si alguien hoy nos dice “te amaré siempre” o “te amaré toda la vida”, la intensidad del planteamiento sería directamente proporcional a la fugacidad del sentimiento (al menos desde la perspectiva del amor líquido). ¿Quiere ello decir que nos hemos vuelto cínicos, mentirosas y mentirosos en serie? No creo. El punto en discusión, me parece, es algo mucho más complejo pero notoriamente cotidiano. ¿Quién no ha experimentado “temor” al perder su “libertad” en una relación? ¿Quién no se ha ido a vivir con su pareja, o han alquilado juntos un espacio, para sortear el compromiso (y la institución) del matrimonio, y evadir así las barreras que nos alejarían de la gratificación inmediata del sexo constante? ¿A quién no se le ha objetado el “quemar etapas antes de tiempo” porque andamos en la onda y el modo de vivir el presente como si no hubiera mañana?
Estas interrogantes tan sólo ilustran algunos aspectos que probablemente hemos vividos todas y todos, o algunos de nosostros. Por supuesto, hay muchas otras anécdotas y ejemplos. El “tirar la toalla” cuando una relación empieza a complicarse, las amistades con derechos, las relaciones abiertas, las figuras jurídicas de “concubinatos” / “uniones estables de hecho”, etc.
Personalmente, la tesis de Bauman puede hacernos sentir que no hay escapatoria a esta forma de amar, pero, precisamente, se trata de una forma entre tantas. ¿Quiénes creemos en el compromiso, entre otros valores, cómo quedaríamos ante estos tiempos donde todo parece diluirse? ¿Cómo quedan las otras nociones de amor? ¿Qué hacer para combatir el amor líquido, en caso de no estar de acuerdo con éste fenómeno?
En mi siguiente entrada compartiré algunos pilares que nos permitirán, a mi juicio, “solidificar” nuestra idea de amor ante el imperio de la fragilidad. Estén atentas y atentos. Por lo pronto, les invito a leer el libro de Bauman.