Revista Educación

Amor no quita conocimiento

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Amor no quita conocimiento

Voy a ser muy clarito. Estoy harto de tanto hooliganismo en la política, el deporte, la religión o cualquier otro ámbito o materia que suscite entre sus correligionarios tal grado de apasionamiento que acaben por confundir a alguien que piense distinto con un vil contrincante.

Es una pena que, a pesar de las múltiples opciones que disponemos en la actualidad para acceder a la información (me refiero a la información de calidad y no a la cantidad de información) vivamos en un mundo altamente polarizado, en el que los librepensadores están proscritos e, irremediablemente, te circunscriben en un bando o en otro sin posibilidad alguna de habitar en un plácido territorio neutral.

Por lo que veo, por lo que leo, por lo que escucho o por lo que experimento cada día, nos hemos dejado arrastrar por una deriva reduccionista hasta acomodarnos en un universo de verdades absolutas que asumimos y, lo que es peor, propagamos y defendemos a ultranza como fanáticos, sin pararnos ni un segundo a analizar su contenido o su repercusión, solo porque proceden de un determinado partido, equipo, líder, gurú o ídolo de pacotilla.

Sin embargo, criticamos, repudiamos y agraviamos a cualquiera de los que presuponemos en el bando opuesto, sin apenas darle la oportunidad de dar a conocer sus argumentos.

En realidad, lo de la descalificación permanente y lo de no escuchar al contrario (que no es lo mismo que rival o enemigo) es una práctica tan vieja como la misma humanidad. No obstante, no sé por qué extraña conjunción planetaria, la gente está ahora más crispada que nunca y, como un chucho malo alimentado por el odio, a la más mínima, salta a la yugular del pobrecito que opine algo distinto o, únicamente, por no enarbolar la misma bandera que la suya.

He de confesar que a mí, todo este estado de beligerancia y esa horda de esbirros lobotomizados y cegados por la ira que reproducen proclamas y consignas hasta la saciedad me tienen hasta la cachimba (¿se puede decir aquí cachimba?). Además, desde chiquitito, eso de los linchamientos físicos o mediáticos siempre me han dado bajona.

Ya que estamos de confesiones, y perdónenme si eso la pedantería, a causa tal vez de mi manifiesta desgana hacia toda suerte de contiendas y mi consabida habilidad como oyente, me gusta incluirme en el pequeño grupúsculo de personas predispuestas a escuchar a todo el mundo sin prejuicios o presunciones (con muy poquitas excepciones), independientemente de su alineación política, de sus gustos, confesión o credo. Otra cosa bien distinta es que sea sencillo convencerme.

Sí, yo soy de esos tontorracas, que primero escucha y después pierde el tiempo en indagar, cotejar, contrastar o comparar las distintas versiones sobre un asunto, de mirar los hechos con la mayor objetividad posible, con la intención de hacerme una idea lo más cercana a la verdad.

Por eso mismo, tampoco me dejo aleccionar fácilmente por quienes mantengo afinidad, simpatía, lazos familiares o de amistad. Ni siquiera me basta con compartir pasado o proyectos, ideología o carné; poseer un libro autografiado o haber tenido colgado un póster suyo en mi habitación cuando era adolescente para asumir, amparar o vitorear arengas de nadie, sea quien sea, que no me cuadren, que no me representen o que no me convengan.

Y es que ya lo decía mi abuela (una de las pocas a las que nunca puse, ni pondré en duda sus enseñanzas) cuando sostenía que "Amor no quita conocimiento".


Volver a la Portada de Logo Paperblog