Amores borrascosos

La única novela de Emily Brontë, Cumbres Borrascosas,  es excelente para leer cuando hay tormenta. Y no sólo porque, a lo largo de la historia, el tiempo extremo sea uno de los protagonistas principales, sino porque, donde de veras reinan la lluvia, la nieve y el viento es en el interior de los protagonistas. Son sentimientos borrascosos los que nos asaltan durante la lectura, hasta el punto de preguntarnos si los seres humanos podemos mantener semejante intensidad en nuestras emociones durante un periodo largo de nuestras vidas. En la mente de muchos puede figurar esta novela en el estante de la literatura romántica. En mi opinión es,  más bien, un tratado sobre la maldad humana, la que está provocada por las circunstancias, pero también la que viene de paquete con cada uno de nosotros.

En un ejercicio imposible de resumen, Cumbres Borrascosas cuenta la historia de un padre de familia que regresa de un viaje con un niño que ha encontrado en la calle. Entre su hija y el pequeño adoptado, al que no todos aceptan de buen grado, surge una especial relación, que pesará sobre ellos el resto de sus vidas. Pero cada uno de los personajes de esta historia tiene una borrasca que ocultar.

Versiones cinematográficas hay varias, pero yo sólo puedo hablarles hoy de la única que he visto, aquella que dirigió la directora británica Andrea Arnold y que vio la luz en 2011. No encontrarán en ella actores y actrices de renombre internacional, pero el ambiente gótico, opresivo, oscuro de Cumbres Borrascosas sí que vive en esta versión. Es fundamental,  eso sí, ver la película antes de leer el libro, porque Arnold, con muy buen criterio, finaliza el largometraje cuando aún falta por desarrollarse casi media novela. Y digo buen criterio porque, de lo contrario, en vez de dos horas, la película tendría un metraje de cuatro. Una vez que ustedes hayan disfrutado de la impresionante fotografía y banda sonora de la película, abran el libro y conozcan el terrible destino de los personajes de esta historia borrascosa.