Hubo una época en que realmente pareció importante dirimir si "Red line 7000" era o no un film de la categoría de Howard Hawks. El tiempo ha borrado ríos de tinta, corrientes y hasta cauces pero lo cierto es que los que andaban con la mosca detrás de la oreja con el cine del maestro desde que se "plegó" a los epics con el (aún hoy, increíblemente) incomprendido "Land of the Pharaohs", abandonó espacios abiertos y filmó un western tan claustrofóbico y patentemente de estudio como "Rio Bravo" (que debían ser los mismos a los que no gustó, por parecidas razones, "The man who shot Liberty Valance" un par de años después), no habían quedado satisfechos con una película tan relajada y serena (y pensarían que pueril e innecesaria) como "Hatari!" y habían extrañado horrores a Cary Grant y Katharine Hepburn viendo "Man´s favorite sport?", no tuvieron dudas en certificar que con "Red line 7000" se echaba el cierre, con más pena que gloria, a una de las grandes carreras del Hollywood clásico.
Los signos parecían inequívocos: se acabaron las estrellas, formato televisivo, algún zoom que hacía saltar las alarmas, un tema que remite a sus obras de juventud pero adaptado estéticamente, qué flaqueza, a los nuevos tiempos...El ditirámbico artículo sobre el film escrito por Robin Wood en su famoso libro de 1968 (poco aportaba su añadido "Retrospect" en el 81, que aludía sólo de pasada a las relaciones entre las chicas) debió sonar para muchos desencantados como la típica reivindicación caprichosa - una gratuita lanza rota por parte de quien conoce su influencia y un aviso a navegantes del gremio que tan mal suelen caer entre algunos colegas - de un film que había acabado por dispersar a sus seguidores.Han pasado cuarenta y cinco años desde aquello y cuarenta desde que rodó su última película y el debate ha acabado diluyéndose. Ahora puede parecernos que en realidad no hubo ni combate: el Hawks moderno, icónico, vigoroso, gran creador de formas parece haber quedado definitivamente ligado crítica y afectivamente a los años 30 y 40 y poco o nada ayuda a reconsiderar la situación que una película como "Red line 7000" permanezca inexplicablemente inédita desde entonces.
Algunos aspectos del film que fueron utilizados como argumentos por sus defensores - la frescura, la limpieza en la mirada, la capacidad para la "elipsis sentimental" y el empeño en respetar y tratar de comprender en lugar de ironizar o recelar de comportamientos de personajes impulsivos que tal vez se parecían a lo que el propio Hawks alguna vez fue - imagino que fueron poco útiles para esgrimirlos como bazas convincentes si tampoco funcionaron para defender "Hatari!", que en el fondo gustó a todo el mundo (como "Mogambo" de Ford) ya fuese considerada un divertimento africano o una obra maestra.
Debería ser suficiente - nunca lo ha sido ni para Hawks ni para nadie y es parte de la explicación de su poca fama - una sola razón para volver a ver "Red line 7000": simplemente es una de sus cinco obras más emocionantes (no exactamente las mejores, pero casi: para mí junto a "Red River", "Only angels have wings", "To have and have not" y "Today we live" y no debe ser casualidad que la última y quizás también la penúltima o nunca tuviesen o hayan perdido respectivamente partidarios con el paso de los años) y de entre ellas, la más fulgurante y seca, la que menos se da a querer y probablemente la que más certeramente difumina (demoliendo tópicos debe ser algo así como su "7 women" particular en el terreno de las relaciones amorosas, del mismo año además) el tantas veces expuesto déficit de madurez de sus personajes masculinos frente a los femeninos.
Ese factor, la plasmación de los sentimientos de los personajes, sobre el que se asienta y retroalimenta, que trata de fijar (tan sencillamente en, por ejemplo, las mejores escenas de plano-contraplano de su carrera) por extensión o contraposición de lo que sucede en la pista de carreras y en el fondo evita cuidadosamente prodigar para que la película no se convierta en un catálogo de preguntas y respuestas, apenas deja margen para desarrollar grandes teorías críticas.
Basta con recordar que toda la peripecia argumental arranca con la muerte de un piloto, Jim Loomis, que en su única aparición en plano, dice haber encontrado tal vez a la chica de su vida, algo verdadero. No cabe frivolidad cuando se parte de un punto tan grave como ese ni desde luego propicia que la película tenga estructura de comedia - aunque pueda resultar divertida puntualmente - con lo que ya desde el arranque empieza poniendo en solfa las expectativas de quien, dispuesto a pasar un rato distraído, se acerque a ella.
No parece que el propósito de Hawks sea buscar adhesiones, identificaciones del espectador con lo que estos atribulados Mike, Gaby, Ned, Julie, Dan o Holly piensen o cómo actúen, ni creo que los escuche o los mire ni con condescendencia ni con nada parecido a la admiración (ser joven no es una virtud y les veremos mostrarse en algún momento a alguno de ellos y ellas claramente neuróticos, poco fiables, acomplejados, egoístas, pusilánimes, posesivos, inconscientes, hasta peligrosos... coartadas de sobra hubiera tenido para contemplarlos paternalistamente desde la experiencia que dan los años y quizá muchos le hubiesen aplaudido por ello), la empresa es mucho más compleja aunque como siempre pasa con su cine, pareciera involuntaria y el resultado, natural: un melodrama total, el más perefecto imaginable. Lo que inmediatamente antes había sido en el terreno de la comedia "Man´s favorite sport?" lo que paralelamente era la sorprendente "7 women" de Ford, lo que a la vuelta de pocos años sería "Topaz" de Hitchcock: broches de oro a sus respectivas décadas prodigiosas.
Hawks balancea su atención y sigue con cuidado de no perder detalle, como un director novel, las idas y venidas de sus actores y actrices, exponiéndolos de la forma más apropiada (en tiempo, en dimensiones del plano, en ángulo... como un veterano) a la luz de los focos para que veamos cómo son y por qué se comportan de la forma en la que lo hacen, sin juzgarlos, sin detenerse nunca porque todo gira sin descanso y nada puede hacerse para trascender y sin buscar lecciones para la posteridad, penetrando certera, desarmantemente en la verdad que hay en cada palabra que dicen y en cada movimiento que ejecutan.
Si ese debiera ser siempre el objetivo de cualquier cineasta, esta es una de las más grandes películas.