En las relaciones, como en la vida misma, no se trata de enamorar y dejar pasar los días.
Es un ‘trabajo’ diario, una entrega constante, una reciprocidad involuntaria. Por deseo, por amor, por ganas, por pasión.
Cuando se pierden las ganas, irremediablemente algo va a cambiar.
Cuando se apaga el fuego, llamado pasión, el amor muere un poco cada día.
Y no me confundáis. El amor, cuando es sincero, seguirá estando presente en el tiempo. Esa persona siempre será especial. Pero no de la misma manera.
Surcaréis caminos diferentes, pero paralelos.
El amor juega del lado de la pasión, y si uno de los dos falla, la relación se irá extinguiendo, irremediablemente.
Yo sentí por ti el amor más sincero y profundo que he sentido nunca. Y sinceramente creo que, difícilmente, volveré a amar tanto.
Lo nuestro fue fuego en incendio.
Fue pasión ciega.
Fue entrega incondicional.
Yo te quería cuidar siempre, pero eso es lo malo del amor, que cuando se acaba, separa. Y desde la distancia ya no podré cuidarte nunca.
Se fue el amor, la pasión, y arrasó con todo.
Yo siempre te querré, aunque de un modo diferente, aunque hoy no lo entiendas, y siempre estaré dispuesta a tenderte una mano. Pero ya no seré yo quien cuide de tus días; quien te despierte cada mañana con un beso en la mejilla; quien te prepare tu desayuno favorito una mañana cualquiera. Quien te escriba mensajes en la pizarra de la nevera; quien llene la casa de globos en tu día especial, o un día cualquiera, por que sí, porque mereces eso y más.
Aunque me cueste aceptarlo. Aunque me duela perder ciertas costumbres. Aunque lo recuerde cada día. Aunque el recuerdo duela, aunque pese.
Hay decisiones necesarias acompañadas de consecuencias indeseadas.
Espero que la vida te regale todo lo bueno que mereces. Que encuentres a alguien que te quiera y te cuide como un día yo prometí hacerlo.
Sólo te pido que nunca olvides. Porque el final no encuentra su lugar mientras el recuerdo esté presente. Porque las cosas bonitas de la vida hay que recordarlas siempre.