Revista Libros

AMOZ OZ. Un escritor incómodo

Por Isladesanborondon
Recupero para el blog una entrevista que realicé en 1998 al escritor israelí, Amos Oz que viene
muy al hilo de la actualidad política internacional.
En 2007 Amoz Oz recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

AMOZ OZ. Un escritor incómodo

Foto: Yolanda Delgado 


El escritor Amós Oz , galardonado el pasado mes de marzo, con el Premio Nacional de Literatura de Israel, estuvo en Madrid para la presentación de sus obras Una pantera en el sótano y No digas noche, ambas novelas editadas por la editorial Siruela.
Amós Oz es un hombre atractivo de la cabeza a los pies. Un rostro interesante, una voz envolvente y unas ideas contagiosas... Me recibió con una acogedora sonrisa en uno de los amplios salones de los que dispone el hotel Palace. Cuándo le pregunté por el Premio Nacional de Literatura de Israel, me explicó todo lo ocurrido...
R. —Fue algo estupendo para mi ego, pero los premios literarios son algo extraño porque se reciben por algo que yo haría de todas formas. Yo inclusive hubiese pagado por escribir. No es un premio por haber rescatado a una mujer de las llamas de un incendio; es como si me hubiesen dado un premio por el mero hecho de respirar. Pero está muy bien, me siento autocomplacido. Además no está nada mal para mi cuenta bancaria... Estoy bastante satisfecho porque el premio desencadenó un escándalo en Israel. Algunos de la derecha se quejaron, incluso el caso llegó al Tribunal Superior de Justicia. Ellos argumentaron que mis escritos les causaban dolor. Tenían toda la razón, mis escritos molestan. Estaban en su derecho de elevar el caso al Tribunal Superior de Justicia, que finalmente desestimó el recurso. A mí todo aquello me pareció un gran carnaval.
P. —Ellos le acusan de traidor como a Profi, el protagonista de su novela Una pantera en el sótano (la misma con la que ganó el Premio Nacional de Literatura).
R. —A mí me llaman traidor, al igual que a mi personaje, Profi, porque yo cambio. No me quedo en el mismo lugar. La gente que nunca cambia piensa que si alguien lo hace es un traidor. Si alguien tiene la costumbre de ir al bar a tomar copas con sus amigos y un día decide dejar de beber, sus amigos lo tacharán de traidor porque ha cambiado. Yo soy muy filosófico, pienso que el título de traidor es un tipo de condecoración. Ahora tengo dos, el Premio Nacional y el título honorífico de traidor.
P. — Una Pantera en el sótano parece una contestación bastante aguda, a propósito, a esos grupos tan radicales que existen en su país. Quizá le acusan de traición porque usted defiende un Estado en el que los árabes y los palestinos puedan y vivan en paz...
R.—En la novela Una Pantera en el sótano, Profi tiene más de un enemigo. Sus mejores amigos, sus socios en el grupo clandestino imaginario, también se convierten en sus enemigos. Su padre es un enemigo. Sus profesores... Él pasa por todo el ciclo de la traición, porque cuando entabla amistad con el sargento británico se convierte en un traidor para sus amigos chovinistas. Luego, cuando se enamora de la chica y le revela todo, traiciona a su amigo británico. Para después terminar traicionando a la chica cuando cuenta a sus padres la visita nocturna que recibe ésta cuando se queda a cuidarlo una noche. El chico pasa por todo el ciclo. Lo único que permanece inalterable es su amor hacia las palabras. Profi descubrirá que su patria es la lengua, y su razón de ser queda en las palabras con las que juega. El sentido del humor es una traición porque te ríes de cosas que otros toman muy en serio. Pero es una traición redentora porque el humor es un antídoto contra el fanatismo.
P. —Usted me habla de humor, pero precisamente en su novela No digas noche no parece que sea el humor lo que predomine. Es una novela en la que parecen que el poder de una idea sólo es capaz de mover, de dar empuje al individuo que la posee. No merece la pena implicar a otros...
R. —Sugiero que no confunda una sensación dolorosa y melancólica con una falta de humor. Aquí tenemos a una mujer con un entusiasmo tremendo que decide inmiscuirse en un proyecto, al que cuida como a su bebé. Por otra parte, tenemos a un hombre pasivo, melancólico que piensa sobre la posibilidad de la muerte. Cuando la mujer se enamora del proyecto, el hombre participa en él totalmente; tanto quiere ayudarla que a ella no le queda nada por hacer. Entonces ella, en su desesperación, abandona; él abandonará también. Ella se embarca de nuevo y él la seguirá; ella desistirá definitivamente, también lo hará él... Hay una faceta humorística en el amor fanático. El humor de esta novela es diferente al que vemos en Una pantera en el sótano, este amor fanático se ve aliviado en ese círculo en el que se ve atrapado gracias al humor.
P.—Dicen de usted que ha sido un excelente agente activo en el Proceso de Paz porque también defiende los derechos de la otra parte...
R.—Yo creo que defiendo los derechos de ambas partes. Nunca he sido pro-palestino, al estilo de Jane Fonda cuando durante una época fue pro-Vietcong. Nunca he visto el conflicto como una película del Oeste, con buenos y malos. Yo creo que tanto los judíos como los palestinos tienen una reivindicación muy fundamentada. Una causa muy justa, que ambos defienden a veces de forma equivocada. Lo triste es que esas dos reivindicaciones justas tiene que ver con la misma tierra. Esto es una tragedia porque ambas partes no poseen más territorio, no tienen ningún otro lugar al que dirigirse. Lo que yo siempre he tratado de hacer ha sido describir la dimensión trágica de un conflicto entre lo justo y lo justo.
P.—Cuando oye barajar su nombre entre los posibles ganadores al Premio Nobel, ¿qué piensa?
R.—Es como si leyera sobre un personaje del planeta Marte que por casualidad tiene el mismo nombre que yo. Cuando me siento a escribir, sé de forma visceral que si existiera algo que se pudiera llamar no premio Nobel sino "premio Multas", yo las pagaría por escribir novelas. No me quedaría otra alternativa. Todo lo demás, me resulta abstracto. Si algún día recibiera este premio, invitaría a todos mis amigos a celebrarlo. Me sonreiría para mis adentros y pensaría que he recibido un premio por haber hecho la digestión y que estoy encantado por ello. ¿Qué alternativa me queda?.
P.—¿Qué tipo de Literatura se hace hoy en Israel?
R.—Israel es uno de los países más variados y divididos en Literatura y en otros campos. Todavía en Israel tenemos los últimos románticos, los últimos existencialistas, los modernistas y también, los post-modernistas, y los desconstruccionistas y los prearcaicos...Todos. Si dieses un paseo y entraras en un café céntrico de Tel Aviv en el momento adecuado, podrías ver a Cervantes sentado en la misma mesa que el García Márquez de la literatura hebrea gritándose. Porque lo que ha ocurrido en otras literaturas de otros países en el transcurso de muchos siglos, en la literatura hebrea moderna ha sucedido en menos de cien años.
P.—¿Qué os ha unido a la denominada Generación de Estado?
R.—Mis colegas y yo —los escritores que llegamos a la escena en los años 60— éramos desmitificadores con respecto a la euforia que se vivía cuando se reconoció al Estado de Israel. Fue una época heroica. Todos nosotros, con nuestros diferentes estilos, componíamos la música de cámara, en términos relativos. Nos precedió, en los años 40 y 50, una generación orgullosa, quizás influida por el realismo socialista soviético y también influida por Ernest Hemingway en sus peores momentos. En los años 60, la realidad se tornó más íntima. La Literatura se retiró a las cocinas y a los dormitorios... El ágora quedó para los escritores épicos.
P.—¿Por qué en Una pantera en el sótano usted escribió: "Así es nuestra historia: viene de la oscuridad, da un par de vueltas, pasa y regresa a la oscuridad"? ¿No es esta afirmación muy pesimista?
R.—Yo no creo que esta concepción sea pesimista... No sé cómo será en España, pero en Israel cada uno sale de las tinieblas y vuelve a las tinieblas. Nadie vive para siempre, pero entre una tiniebla y otra, hay un poco de vino, unas cuantas flores, algún chiste, alguna que otra experiencia sexual interesante, y alguna que otra conversación bella. Cuando yo llegue a la otra tiniebla, no voy a llegar con las manos vacías. No voy a pensar que todo ha sido en vano. Siento en mí el deseo de escribir para devolver parte de la belleza, parte del placer, y parte de lo que el mundo me ha regalado. El paso de una tiniebla a otra es un hecho, pero lo que hay entre los dos extremos, a mí me resulta dulce, incluyendo los momentos amargos.
P.—Gracias, señor Oz, por existir.
R.—Gracias a ti por preguntar.
Madrid, 10 de noviembre de 1998.


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