Revista Cultura y Ocio

Amparo Muñoz

Publicado el 28 febrero 2011 por Juliobravo

Amparo Muñoz

Imagino que no soy el único que tuvo a Amparo Muñoz entre sus mitos de la adolescencia; era, es obvio decirlo, una mujer bellísima, así que la fascinación que sentía por ella (imagino que muy compartida) es absolutamente comprensible. La conocí en el mes de julio de 2000. Estaba a punto de estrenarse en el teatro con La habitación del hotel, una obra de José Luis Miranda que era una versión para tres actrices de un monólogo que había estrenado Victoria Vera unos años antes con el título de En el hoyo de las agujas. Dirigía Manuel Galiana y Amparo compartía escenario en el teatro Arlequín con Blanca Marsillach y Aurora Frías. Amparo interpretaba a una moza de espadas que vivía junto a su torera las horas previas a la corrida. No recuerdo bien la entrevista, que hicimos, creo, en el propio teatro, pero sí la grata impresión que me produjo una mujer de la que tanto se había hablado. Unos años antes, mientras yo despachaba las páginas de Huecograbado de ABC con Luis María Anson en su despacho, éste recibió una llamada de Amparo en la que ella le pedía ayuda para acallar unos rumores que le achababan estar enferma de sida. No es que yo escuchara la conversación entre ambos, pero él la llamó Amparo un par de veces, le dijo que no se preocupara y minutos después encargó una información o una entrevista con ella, no recuerdo bien, así que no tenía más que atar cabos.
Y vuelvo a la entrevista. Amparo seguía siendo una mujer bella, especialmente por una mirada luminosa que se erguía por encima de operaciones y desgaste... Estaba muy ilusionada con esa nueva etapa profesional: "Independientemente del resultado -me dijo-, tengo la sensación de que he acertado al tomar la decisión de hacer teatro ahora. Interiormente siento que éste es el momento adecuado".
Unos días después, se celebró una comida de presentación del espectáculo -si no recuerdo mal, en el hotel Eurobuilding-; estaban allí las actrices, el autor y el director. Llegué tarde con mi compañero Rafa Esteban; veníamos de otra información, y me senté en la mesa dispuesta en U lejos de la cabecera. La entrevista ya se había publicado (una pequeña nota ilustrada con su foto), y en cuanto pudo, Amparo se acercó a darme un beso y agradecerme lo que había escrito. Me gustó mucho su gesto; no suele ser tan frecuente, y menos en gente que está más que acostumbrada a salir en los medios de comunicación.
Me ha entristecido su muerte; sentía mucha simpatía por ella, y espero que ahora pueda descansar lo que en vida no consiguió...


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