Revista Cultura y Ocio

Amplia victoria republicana en las ‘Mid-term’

Por Gomezbelda

Tema: Stars and Stripes Forever (Boston Pops Orchestra)

Una de las peculiaridades más llamativas de los Estados Unidos en materia política es la posibilidad de que un presidente ejerza su mandato (o parte de él) con todas las cámaras legislativas controladas por la oposición. En un calco de lo que ocurriera con George Bush en 2006, Barack Obama afrontará los dos últimos años de su presidencia con el Congreso completamente controlado por los republicanos. Aunque no puede decirse que el resultado final haya supuesto ninguna sorpresa, es momento de analizar los posibles motivos por los que el Partido Demócrata ha sufrido semejante revés electoral y qué escenario se abre con la nueva mayoría republicana en el Senado.

Por lo que refiere a los datos de la jornada, el Partido Republicano contará con 243 asientos en la Cámara de Representantes, la mayoría más amplia conseguida por esta formación desde 1950, por 174 de los demócratas (a falta de repartir otros catorce escaños). Sin embargo, la mayor alegría para el Gran Old Party llegó en el Senado, controlado desde 2006 por los demócratas. En la cámara alta los republicanos se han hecho con 52 escaños por 45 de sus rivales, quedando solo tres asientos por repartir. Este vuelco electoral se completa con tres nuevos gobernadores republicanos, sumando un total de 31 por 16 de los demócratas (con tres Estados por decidir).

¿Por qué los norteamericanos han castigado con tanta severidad al partido de Obama? A diferencia de lo ocurrido en 2010, cuando los republicanos recuperaron el control de la Cámara de Representantes impulsados por el movimiento Tea-Party, la economía estadounidense marcha razonablemente bien y la totalidad de cifras macroeconómicas han experimentado una considerable mejoría en estos cuatro años. Así, el índice de desempleo ha pasado del 9,8 al 5,9% al tiempo que el crecimiento de la riqueza del país se ha situado por encima del 2% de media anual desde entonces. Las exportaciones también se han recuperado y la calidad de vida se ha mantenido.

El descalabro demócrata se explica fundamentalmente por la enorme decepción que para amplias capas de sus votantes ha supuesto la presidencia de Obama. Encumbrado con la promesa de revisar el papel de los Estados Unidos en el mundo, de cerrar la cárcel de Guantánamo, de promover una reforma migratoria que regularice la situación de millones de inmigrantes ilegales (mayormente, hispanos) y de impulsar un modelo fiscal mucho más equitativo y benévolo con el estadounidense medio, Barack Obama ha acusado una gran falta de determinación en los momento clave. A pesar de conseguir sacar adelante su reforma médica (el Obamacare) con algunas concesiones y no pocos obstáculos, los logros del presidente se antojan un tanto pírricos ante las expectativas que creó.

Paralelamente, la derecha norteamericana ha recogido siempre con escepticismo o preocupación las medidas de Obama en ámbitos que considera claramente fuera del alcance federal. Algunos Estados, caso de Texas, han llegado a asegurar que el líder demócrata traspasaba los límites constitucionales de su mandato y que sus injerencias en asuntos de competencia estatal no eran justificables. De igual modo, la tibieza que según muchos colectivos está demostrando ante la amenaza del Estado Islámico no está siendo bien valorada en las encuestas de opinión pública. En definitiva, Obama se mueve entre la desilusión de sus compañeros y la indignación de sus rivales, un cóctel que ha sido letal para el Partido Demócrata.

Y para acompañar esta crónica, nada mejor que una de las marchas militares más reconocibles de los Estados Unidos, Stars and Stripes Forever, a cargo de la Boston Pops Orchestra.


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