Con un aire levemente enigmático y una mirada triste que nos recuerda a ratos a la mítica Liv Ullman, Amy Adams se ha convertido en un ícono de la omnipresente actriz hollywoodense. Nacida en Italia en el 74, esta intérprete, de padres estadounidenses, ha tenido un éxito gradual, pasando por diversos géneros y registros, muchas veces caras antípodas en la pantalla.
Su debut data del año 99 en Drop Dead Georgeus, óscura comedia sobre los concursos de belleza, donde realiza un papel secundario. Será en el año 2002 de la mano de Steven Spielberg donde tendrá una aparición rodeada de estrellas (Dicaprio, Hank, Baye…) en el film Catch me if you can. A partir de ahí iniciará una carrera que fluctuará entre el cine Mainstream y el Cine de Autor.
Un papel secundario en Charlie Wilson’s War de Mike Nichols dará el impulso inicial para que Amy Adams vaya adquiriendo experiencia y pronto se convierta en un ícono emblemático de la actuación a doble banda. Sin duda que su papel en Enchanted como Giselle en clave Disney fue esencial para que pudiese unos años más tarde convertirse en la heroína (Lois Lane) que rescataría al más oscuro de los Supermans, pero también desde ya daría atisbos de roles ambiguos y trágicos que encarnaría posteriormente.
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¿Qué tiene esta pelirroja, otrora rubia, que cautiva tanto a la industria como a los más exigentes directores de Cine independiente? Quizá una suerte de ingenuidad que representa el deseo obtuso del amor y la locura, quizá un carácter escondido en la apariencia irresoluta de su belleza. Lo cierto es que Amy Adams ha demostrado que como actriz puede encarnar al ser más puro e inocente y al mismo tiempo al personaje más ambivalente y desolador. Y es que sus grandes dotes de intérprete, a pesar de ciertas luces de neón, le han dado una impronta de niña buena y de mujer conflictuada, llevándola por un camino interesante, pero no exento de dificultades.
Ya en papales protagónicos, ha seguido en ambas aguas en los últimos años. Por ejemplo, como olvidar al personaje de Sydney Prosser en American Hustle (2013) donde encarna a la compañera y amante de un estafador. Tal vez su punto de partida que consolida su corta carrera fue bajo el alero del irregular Tim Burton en Big Eyes (2014) donde interpreta a Margaret Keane, personaje con dolorosas necesidades afectivas, una tragicomedia sobre los simulacros en el arte y la vida personal.
Pero definitivamente el gran salto que tiene Amy Adams es en Arrival (2016) del canadiense Denis Villeneuve, donde asume el papel de una prestigiosa lingüista que debe hacer contacto con una raza alienígena cuyo sistema de comunicación es prácticamente indescifrable. En Arrival logra un registro de control y tranquilidad que pone de manifiesto su capacidad para lograr una emoción contenida sin caer en la sobreactuación. Amy demuestra que estaría lista para sus dos siguientes desafíos.
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En Nocturnal Animals (2016) película fallida de Tom Ford, pero que exige una alta respuesta interpretativa de Amy, quién está a la altura al sumergirse con éxito en aguas profundas a través del personaje que, en este caso, encarna a una mujer vacía, que, al leer una novela de su ex pareja, se ve atrapada en una especie de laberinto ambivalente entre su pasado y presente.
Pero sin duda Amy Adams muestra todas sus cualidades en la reciente serie de televisión producida por HBO, Sharp Objects. Aquí encarna a una periodista, Camille Preaker, quién regresa a su pueblo natal para investigar la desaparición y crimen de dos adolescentes. En sólo ocho episodios podemos ver a una Emy Adams mostrando todo su registro como actriz, revelándonos el interior de un personaje complejo, con algunos rasgos sicóticos, difícil de comprender sus motivaciones.
Amy, luz y oscuridad, ternura y destrucción, una actriz liviana pero profunda, dulce pero amarga como la vida misma.