Título original: The Collected Stories Idioma original: Inglés
Año: 2006
Editorial: Seix Barral (2009)
Género: Relato
Traducción: Silvia Barbero
Valoración: Muy recomendable
Amy sabe qué es lo primordial
Para leer a Amy Hempel en España alguien te tiene que decir: "Oye, ¿has leído a Amy Hempel? Es cojonuda". Con esto me refiero a que Amy Hempel es poco conocida por estos lares, o sólo es conocida por seguidores de la literatura norteamericana, o sólo por seguidores de la literatura narrativa contemporánea norteamericana, o esa es, al menos, mi sensación. Entonces vas a tu librería de confianza y encargas el libro, Cuentos completos, porque es poco probable que físicamente se encuentre allí; o bien, compras el volumen online con ese pequeño remordimiento latiendo en tu sien izquierda porque sabes que flaco favor haces a tu librería de confianza.
La cuestión es que Amy Hempel es uno de los estandartes del cuento norteamericano de finales del siglo XX y principios del XXI. Inserten su nombre en el grupo de Raymond Carver, Richard Ford, Lorrie Moore, Alice Munro, o Tobias Wolff, por citar a algunos de los autores que continúan la magnífica tradición del cuento norteamericano. Detrás de Hempel encontramos el nombre del editor Gordon Lish, el gran mecenas de los cuentistas de aquel lado del mundo, y eso es garantía de que tu dinero va a estar bien invertido en estas páginas. Actualmente, dice Wikipedia, Hempel coordina e imparte cursos de escritura en la Universidad de Nueva York y en Princeton.
Cuentos Completos incluye Razones para vivir -su primera colección de relatos-, A las puertas del reino animal, Tumble home, y El perro del matrimonio, obras que van de 1985 a 2005.
¿Por qué me gustan estos cuentos? Primero, por el lenguaje. Ingenioso, sorprendente, inteligente; un modo de expresar ideas que hace crecer la envidia. Amy Hempel suda en cada oración. Parece decir al lector: "Ahí llevas esto, mejóralo si te atreves". Vamos a los ejemplos. Para expresar la inmensa soledad de una de las protagonistas Hempel escribe:
Al final descubrí un truco para poder dormir un poco. Duermo en la cama de mi marido. De esa manera, la cama vacía que miro es la mía.
O para aproximarnos a la edad de otra protagonista en el cuento "La cosecha":
El año que empecé a decir florero en vez de tiesto, un hombre al que apenas conocía estuvo a punto de matarme accidentalmente.
Utiliza imágenes, giros, comparaciones, juegos, al fin y al cabo, que tatúan en el lector una sonrisa permanente, porque uno se imagina a la autora elaborando el cuento, con media lengua fuera, como si estuviera enhebrando una aguja, intentando dar jaque mate al lector con cada palabra. Es muy acertado lo que comenta el prologuista de este volumen y que, posiblemente, se trate del leitmotiv de este conjunto de relatos: "Lo primordial son las frases".
Como pescadora que tira la caña
En segundo lugar, por los temas tratados. ¿De qué habla Amy Hempel? Pues, sencillamente, de lo que nos interesa a todos: amor y sus ramificaciones, desasosiego, muerte, amistad, soledad, familia, fracasos, victorias, etc. Temas, nada originales, de acuerdo, tierra arada mil veces, de acuerdo; sin embargo, ¿no es eso la vida? Porque Amy Hempel desenrolla eso, la vida, como el pescador que tira la caña. Y es que, a mi modo de ver, un buen relato debe plantearnos una cuestión que nos zarandee la moral, que nos haga cavilar -que no pensar- durante algunos segundos, que digamos: "Vaya, ha dado en el clavo". La genialidad de la autora reside aún más en el modo de desenrollar el carrete de la caña. Y eso es algo muy propio de la narrativa norteamericana: lo verdaderamente importante fluye en un nivel inferior. Me explico con una tarta. En la parte superior la nata, exquisita pero aparentemente irrelevante, creemos que "no ocurre nada"; no obstante, ocurre, el chocolate, la vainilla, el jugoso bizcocho, están debajo. Por ejemplo, "El cementerio donde está enterrado Al Jolson", quizás su cuento más celebrado. Una amiga acompaña a otra, moribunda, en el hospital. Trata de que el tiempo discurra de la mejor manera posible. La amiga moribunda le pide lo siguiente: "Cuéntame cosas que no me importe olvidar". A partir de aquí el relato está repleto de banalidades, una lista de asuntos sin importancia, en cadena, como los vagones de tren.
Le conté que los insectos vuelan cuando llueve y que nunca se mojan porque no les cae una sola gota encima.
o,
¿Sabías que la primera vez que enseñaron a hablar a un chimpancé mintió?
Las horas en el hospital pasan, y pasan entre asuntos triviales, que, a veces, son sólo pensamientos interiores de la narradora: los ginger ale, un vuelo a Moscú, el terremoto del 72. Incluso hay espacio para el humor. En mitad de un flirteo entre la moribunda y el doctor sugieren a la acompañante que quizás podría bajar a la playa cercana para despejarse. La moribunda dice: "Cuando vuelvas, tráeme algo. De la playa o de la tienda de regalos. Aunque sea feo, cualquier cosa, salvo una suscripción a una revista". De nuevo el uso de un lenguaje punzante, como medio para indicar, en este caso, la inminencia de una muerte. Ahí se localiza la genialidad de Amy Hempel. El lector termina el relato y siente una profunda tristeza; la autora ha machacado su corazón a escondidas.
Por último, están los escenarios. Para los que hemos crecido absorbiendo cultura estadounidense a mansalva este mundo de urbanizaciones (aquí hay que mencionar a Cheever), hospitales, iglesias, nudos de autopistas, estaciones de servicio, hipódromos, restaurantes semivacíos, taxis amarillos, y, en definitiva, todo el mundo urbano donde se instalan estos relatos, es atractivo. Corrijo: para mí es atractivo. Son decorados reconocibles y que nos/me maravillan en muchos casos. No imagino los relatos de Amy Hempel en otro país. No imagino a María y a Pedro dialogando en los mismos términos que Bret y la señora Carlin, o que Wesley y Eve, por citar algunos personajes hempeliano. Hay cosas que deben ser como deben ser.
No me queda más que animarles a que corran a su librería de confianza y que amenacen a su librero de confianza con comprar vía internet Cuentos Completos, de Amy Hempel, si no se lo proporciona en unos días. Les aseguro que nadie saldrá herido.
José Pedro García Parejo, autor dePremio Guillermo de Baskerville al mejor libro de relatos de 2016