Asif Kapadia en su cineasta que alterna trabajo documental, con ficción, con motivo de su reciente estreno del documental sobre la figura de Diego Maradona, os dejo una crítica que hice hace años sobre el documental sobre Amy Winehouse.
Talento absoluto el de Amy WInehouse, aroma de diva que expresa en cada imagen una cercanía y lejanía que la hacen magnética. Gran documental con videos y material en exceso, y muy preciso en la manera de exponer como trabaja en cuanto sale un famoso escena la maquinaria destructiva de la prensa, con el beneplácito de los representantes, y demás chupones ya sean familiares, representantes, novios hedonistas, yonkis, y narcisistas con pocos escrúpulos.
Todos fueron otros brazos ejecutores, todo era vendible en lo que se refería a Amy, (enfermedades mentales, abuso de drogas, besos, resacas…) porque había réditos económicos para todos, sin importar lo más mínimo que a la protagonista no la estaban ayudando lo más mínimo, sino todo lo contrario. La indomita y despiada fama, hicieron el resto, el no poder tomarse algo tranquila por la calle, el fotografiarte en cualquier momento, el hablar con gente que no conoces, Amy que quería el disfrute de la vida sin ser famosa, le minó su todavía frágil, no exenta de encanto personalidad.
Todos estos ingredientes, hicieron de ella en su último lustro un ser débil, como mostraba en los últimos conciertos que nunca debió realizar. Magnética, carismática, talentosa hasta el elogio sin parangón en los últimos tiempos. Asif Kapadia sabe captar todo esto de un modo magistral, montaje puro y duro, y aunque señala a posibles culpables del ensañamiento, no juzga demasiado, las imágenes son tan imponentes que no lo necesita.
Una diva que despertaba amor, con su talento, son su fragilidad, también con su fortaleza cuando cantaba o estaba en intimidad alejada de flases, una víctima de como la sociedad aplica inexorablemente la máxima de hay amores que matan, hay amores que odian. Una pena que sólo nos regalara dos discos, parece que su oscuro mundo interno salía fortalecido creando y cantando, cuando dejó de componer, se apagó la llama, y la pendiente descendente se hizo casi vertical en su caída hacia el infierno.
También me quedo con sus sonrisa, con sus ganas de disfrutar la vida al máximo, con el prodigio de crear con poco más de la mayoría de edad canciones de una madurez imponente, me quedo con sus directos, con su dueto con su ídolo Tony Bennet (o más bien el de su padre…), me quedo con esos ojos que transmitían su estado anímico. Que descanse en paz.