Revista Cultura y Ocio

Ana de Jesús, capitana de las prioras

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Ana de Jesús, capitana de las priorasIldefonso Moriones, ocd

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Aunque en el nuncio Ormaneto encontraron los Descalzos apoyo incondicional, con la llegada del nuncio Sega, a fines de agosto de 1577, la balanza se inclinó a favor de los Calzados, que movieron acusaciones contra Gracián para evitar su visita. En ese contexto escribió la Santa a Felipe II, el 13 de septiembre, una carta en su defensa de Gracián; pero, el 23 de julio de 1578, lo depuso Sega de su oficio de visitador, sometiendo Descalzos y Descalzas a la jurisdicción de los provinciales el 16 de octubre.

 Defensora de la obra de Teresa

A eso hay que añadir la nueva situación creada por las disposiciones del Capítulo general de Plasencia, que tuvo también su repercusión en el priorato de Ana de Jesús. Su intervención en esas circunstancias le ganó el título de “capitana de las prioras”, con que la bautizó el Provincial de Castilla. Cuando este le comunicó su intención de hacer la visita del convento de Beas, la madre Ana respondió que, si venía en plan de amistad, le recibirían con mucho gusto, pero que, si pensaba en una visita canónica, sentirían no poder recibirlo porque pertenecían a la jurisdicción de Andalucía. Alguna hermana al oírlo le preguntó: Madre, si viniera ahora el Provincial de Andalucía, ¿le daría vuestra reverencia la obediencia? Y Ana respondió: Le diremos que pertenecemos a Castilla…

La intervención de Felipe II obligó al Nuncio a revisar sus posiciones y abrió el camino hacia la constitución, por parte del Papa, de una provincia propia para descalzos y descalzas, sujeta directamente al General de la Orden. Con ello se puso fin a “estos grandes trabajos –comenta la Santa– que dicho tan en breve os parecerán poco, y padecido tanto tiempo ha sido muy mucho”. También en esa fase descuella Ana de Jesús entre las colaboradoras para correr con los gastos, poniendo los 400 ducados de una dote a disposición de los padres Juan de Jesús Roca y Diego de la Trinidad enviados a Roma para solicitar el Breve pontificio.

Con lo dicho hasta aquí queda suficientemente documentada la relación personal de Ana de Jesús con santa Teresa durante los meses de convivencia de ambas en Ávila, Salamanca y Beas. Durante los años siguientes mantuvieron el contacto epistolar característico de la Santa con sus principales colaboradoras. Aludiendo al tiempo en que la madre Teresa permaneció en Toledo, desde junio de 1576, cuando por orden del padre General tuvo que suspender su actividad de Fundadora, dice Ana de Jesús: “Me escribió muchas veces las grandes mercedes que Dios allí la hacía, y que la había mandado Su Divina Majestad nos escribiese para nosotras el libro de Las Moradas, y que andaba con tanta oración y noticia de lo que el Señor quería en él escribiese, que hasta el nombre que había de poner en el libro le había dicho en particular, y que tenía gran consuelo con el doctor Velázquez”.

Por asociación de ideas, pasa Ana del Doctor Velázquez a la escena de Don Cristóbal de Rojas en Sevilla, y prosigue: “y de esto quedó ella tan confusa, que me acuerdo me escribió: ‘Mire qué sentiría cuando viese un tan gran prelado arrodillado delante de esta pobre mujercilla, sin quererse levantar hasta que le echase la bendición en presencia de todas las Religiones y Cofradías de Sevilla’”.

Estos detalles permiten intuir la importancia del influjo que la madre Fundadora siguió ejerciendo en su discípula aun después de haberse separado de ella. Fue precisamente la intimidad de su correspondencia epistolar la que nos ha privado de documentos de tanto valor: “Y por haberme tratado de muchas cosas en las cartas que me había escrito –dice la madre Ana– viendo una vez algo revuelta la Religión y contienda de prelados, porque aún no los teníamos de nuestros Descalzos como ahora, me envió a mandar la Madre quemase todas sus cartas. Yo lo hice”.

Cerramos estos detalles sobre las relaciones de Ana de Jesús con santa Teresa, con unas palabras de la misma interesada, que pueden servir de resumen: “Conmigo, aunque indigna, se sabe la tenía muy estrecha [comunicación], y de veinte años que vivió en estas casas de Descalzas la alcancé los once o más, […] y de estos once o más años que digo la alcancé, algunos tiempos estuvimos juntas en algunos conventos durmiendo en una misma celda, y muchos días caminamos juntas, y hasta la última semana que vivió no cesó de escribirme, que lo hacía muy a menudo, y así pude saber mucho más de lo que he dicho ni se me acordará para decir de sus virtudes, que fueron infinitas”.


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