Ildefonso Moriones, ocd
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Ana pensaba apellidarse de San Pedro, pero santa Teresa le sugirió que se llamase como ella: de Jesús. Vistió el hábito en Ávila el 1 de agosto de 1570 y a mediados de mes llegó la Santa como le había prometido. Tuvo, pues, como maestra desde el principio a la madre Fundadora, la cual a fines de octubre marchó a fundar en Salamanca. Inaugurada la fundación con una compañera el 1 de noviembre, completó la comunidad en los días sucesivos con dos monjas de Medina del Campo, una de Valladolid y tres de Ávila, entre las que se encontraba Ana de Jesús (“me trajo nuestra Madre a la fundación de esta nuestra casa de Salamanca”, dice ella misma). En Salamanca, la novicia compartió celda durante un año con la madre Fundadora.
La casa estaba todavía dando sus primeros pasos cuando el visitador dominico, Pedro Fernández, nombró a Teresa priora de la Encarnación de Ávila (lo fue de octubre de 1571 a octubre de 1574), aunque conservando su conventualidad en Salamanca. Ana de Jesús, que profesó el 22 de octubre de 1571, quedó al cuidado de las novicias, y además la Santa encargó a la priora que contara con su consejo para el gobierno de la comunidad. Un detalle importante, que marcó el aprendizaje de Ana de Jesús, nos lo recuerda el párrafo con que la Santa concluye el capítulo 19 de sus Fundaciones:
“En ningún monasterio de los que el Señor ahora ha fundado de esta primera Regla no han pasado las monjas, con mucha parte, tan grandes trabajos. Haylas allí tan buenas, por la misericordia de Dios, que todo lo llevan con alegría. Plega a Su Majestad esto les lleve adelante, que en tener buena casa, o no tenerla, va poco; antes es gran placer cuando nos vemos en casa que nos pueden echar de ella, acordándonos cómo el Señor del mundo no tuvo ninguna. Esto de estar en casa no propia, como en estas fundaciones se ve, nos ha acaecido algunas veces; y es verdad que jamás he visto a monja con pena de ello. Plega a la divina Majestad que no nos falten las moradas eternas, por su infinita bondad y misericordia, amén amén”.
De Salamanca la llevó santa Teresa como priora para la fundación de Beas, que tuvo lugar el 24 de febrero de 1575. Mientras planeaba esta fundación había escrito: “Llevo para priora a Ana de Jesús, que es una que tomamos en San Josef, de Plasencia, y ha estado y está en Salamanca. No veo ahora otra que sea para allí”.
Superiora de la Madre Fundadora
Al inaugurarse el nuevo convento, Ana de Jesús tenía 29 años y se convirtió en “superiora” de la Madre Fundadora durante casi tres meses: “Cuando estaba en alguna fundación –declara la madre Ana en el proceso de la Santa– en nombrando Priora por el prelado o elección, no hacía más oficio de Mayor ni aun una señal en el coro, y si no estaba presente la Priora y la pedían lo hiciese, decía: ‘Hágala la madre Supriora, que yo no soy aquí más que una de ellas’; y ni en lugar ni en cosa andaba sino como las otras” . Sesenta años más tarde, una de sus las primeras novicias de Bruselas, llamada precisamente Teresa de Jesús¸ recordará que la madre Ana les había contado cómo, cuando fue elegida priora, “nuestra Santa Madre Teresa de Jesús fue la primera en prestarle obediencia”.
La Santa no iba con intención de quedarse tanto tiempo en Beas, pero las dificultades que surgieron para alcanzar la licencia de fundar en Caravaca la detuvieron allí hasta el 18 de mayo. Ese retraso fue providencial y le propició a mediados de abril una visita que marcó para siempre el rumbo de su vida.
El encuentro con el padre Gracián
Nacido en Valladolid el 6 de junio de 1545, Jerónimo Gracián era unos meses mayor que Ana de Jesús y se ordenó de sacerdote el 25 de marzo de 1570, el mismo año en que ella tomó el hábito. Tomó el hábito de Carmelita Descalzo el 25 de abril de 1572 y el 6 de mayo escribía a su madre doña Juana: “Las monjas que hay aquí de la misma Orden, cierto que nunca tal pudiera creer si no lo viera por mis ojos”. Camino de Madrid, llamado por el nuncio Ormaneto, que lo nombró Comisario de los Carmelitas de Andalucía, rodeó por Beas para encontrarse con la Madre Fundadora. Como además su compañero tardaba en llegar, tuvieron tres semanas largas para cambiar impresiones. “Ha estado esperando a Mariano, –escribe la Santa– que nos holgábamos harto tardase”. Ana de Jesús y María de San José estaban entre las que se holgaban del retraso de Mariano (Ver Fundaciones, c. 23 y carta del 12 de mayo de 1575 a Isabel de Santo Domingo).