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Ildefonso Moriones, ocd
Estaba la madre Ana a punto de cumplir los 41 años cuando inauguró la fundación de Madrid el 17 de septiembre de 1586. Si podríamos decir que san Juan de la Cruz la despidió con las palabras que acabamos de recordar en su dedicatoria del Cántico Espiritual, fray Luis de León la recibió con su “Carta-dedicatoria a las madres priora Ana de Jesús y religiosas carmelitas descalzas del monasterio de Madrid”, fechada a 15 de septiembre de 1587:
“Yo no conocí ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, mas agora que vive en el cielo la conozco y veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros; que, a mi juicio, son también testigos fieles, y mayores de toda excepción, de su grande virtud […]. Ansí que la virtud y santidad de la Madre Teresa, que, viéndola a ella, me pudiera ser dudosa y incierta, esa misma agora, no viéndola, y viendo sus libros y las obras de sus manos, que son sus hijas, tengo por cierta y muy clara. Porque por la virtud que en todas resplandece se conoce sin engaño la mucha gracia que puso Dios en la que hizo para Madre de este nuevo milagro, que por tal debe ser tenido lo que en ellas Dios agora hace, y por ellas. […] Ansí que, tornando al principio, si no la vi mientras estuvo en la tierra, agora la veo en sus libros e hijas; o por decirlo mejor, en Vuestras Reverencias solas la veo agora, que son sus hijas, de las más parecidas a sus costumbres, y son retrato vivo de sus escrituras y libros”.
Sobre la fundación de Madrid, creo oportuno llamar la atención sobre un detalle que a veces no se ha tenido en cuenta, achacando incluso a un capricho de Gracián el que la Santa, en vez de ir a fundar en Madrid, fuera desviada por él a fundar en Sevilla. Escribe sobre ello Gracián en la Peregrinación de Anastasio:
“Poco después que profesé, viniendo a Beas, la primera vez que vi a la Madre, cuando la mandé ir a Sevilla a fundar, no obstante que ella quería ir a Madrid; que entonces a mí se me representó que fundar convento de Carmelitas en Madrid había de ser en gran daño de nuestra sinceridad, aunque no sé quién escribe bien al contrario de esto; mas mejor sabe la historia quien pasó por ello” (Diálogo 10).
En buena teología, el mismo Espíritu Santo que inspiró a santa Teresa que fuera a Madrid, inspiró también a su Superior que la mandara a Sevilla, y la madre Teresa, con su obediencia, nos dejó una lección más de vida. No se olvide que los nuevos superiores, que asumieron el gobierno -once años después-, en 1585, no tenían tanto interés como él en seguir el criterio de la Santa.
Pedro de Bárcenas, que les atendió como capellán y confesor desde su llegada, escribió el 12 de septiembre de 1592 al Papa Clemente VIII:
“Poco más ha de seis años que vinieron a esta Corte unas monjas Carmelitas Descalzas a fundar un monasterio de su Orden, y algunos siervos de Nuestro Señor me pidieron acudiese a su consuelo porque eran de grandísimo ejemplo y santidad, y estaban pobres y solas. Y deseando alcanzar la perfección que para mi estado (que es de sacerdote secular) se requiere, y la que me decían tenían ellas, sacrifiqué mi voluntad y libertad a Nuestro Señor y comencé a decirlas misa y confesarlas. En todo este tiempo que las he tratado tan de cerca y conozco su oración, mortificación y penitencia, puedo decir que es de la mejor gente que tiene Dios en su Iglesia. Todos sus monasterios solían ser un alma y un corazón, suma paz y caridad, que parecía la primitiva Iglesia, como fundados con un extraordinario gobierno dado por el mismo Dios a la santa madre Teresa de Jesús su fundadora. Envidioso el demonio de tan grande bien, creo que ha procurado que los frailes Carmelitas Descalzos muden el gobierno que con tanto acuerdo había dádolas su madre y los más doctos y espirituales hombres de España, de lo cual han resultado muy grandes inconvenientes”.