Revista Cultura y Ocio
Emilia, tan vueltera como siempre cree saber el día que me desperté de aquella muerte. Divaga. Las señoras del barrio le llenan la cabeza y aunque ella dice no escucharlas me agobia con mi indiferencia. No puedo seguirla y dejar que mis oídos se humedezcan con sur murmuraciones. Ayer me calesiteo en plena verdulería y como siempre termina por llegar antes que yo a los mejores tomates.Yo no la veo pero la siento latir en cada vereda que piso, en cada palabra que dejo de pronunciar para no saltar la cuerda floja.Si al menos descansara de noche yo no estaría pensando que todo lo que siento son sólo apariciones que se esfuman al parpadearla.Emilia ha nacido casi el mismo día que yo pero desconoce que jamás mencionaría mi trabajo de parto. No pienso leer nada de lo que escriba, si corrige tanto ya no quiero leerla. Capaz sufra pero no me interesa. Me mareó en la segunda vuelta y sigue pavoneándose fuera o adentro de mi. Me fustiga con eso que no sé si podría o no hacerlo. Pero insiste en que lo cuente. Qué fácil le resulta largar el látigo por escuchar a esos que ni siquiera me conocen y comenzar a darme y darme. No sé nunca con que ganas me llevará a pasear por aquellos lugares que bien sabe que no quiero volver a pisar. Me enrarecí y está noche me voy a escapar de Emilia. No diré nada importante. Todo lo que escriba ni siquiera serán libres asociaciones. Todo lo que calle será lo que mañana me reprochará cuando le diga que ya no le creo. Pero siempre volverá. Ella no es Ana pero quiso serlo y ahora se quedó parada justo en el punto en el que ni ella ni yo nos entendemos.