Siempre me han encantado los cuentos. En las vacaciones se me ocurrió probar a escribir algún cuento relacionado con los temas que salen en el blog. Aquí os dejo el primero, espero que os guste.
Ana era rubia, guapa, alta y de sonrisa casi perenne. Sus ojos miraban siempre con bondad y sus palabras eran a menudo dulces y conciliadoras.
Con quince años llena de vida y de carisma el mundo era suyo. Ana sólo tenía un problema: no quería crecer, no quería volar. Y aunque en su mente se dibujaban paisajes, aunque había atardeceres esperándola, ella no acudía. Nuestra chica prefería ir pronto a casa para estar con su madre. Las tardes eran de su madre y los fines de semana también.
Doña Mercedes era una señora trabajadora, viuda desde hacía más de once años. Desde su viudedad sus dos hijas Ana e Inés habían sido su vida, su razón de existir. Doña Mercedes renunció a salir, al cine, a los amantes y a tantas otras cosas para consagrarse mejor a sus hijas.
Ana no quería volar porque en algún rincón de su alma sabía que su madre no estaba preparada para crecer, intuía que volar era quitar a su madre su vida.
Doña Mercedes no quería hacer otra cosa en la vida que amar a sus hijas, una parte de corazón le decía que la vida era sólo eso.