Si en la España federalista, sin saberlo todavía que lo es a escondidas, a la que se reconoce internamente como una sociedad anónima de las autonomías clásicas, sin olvidar las bautizadas en su día las hoy contemporáneas y las ahora llamadas independentistas, exentas de conocer si son solicitadas por una gran mayoría, se celebrasen comicios dirigidos a elegir al "mandamás" democrático, sin siglas, "compadreos" y otras ayudas encubiertas, presentándose los candidatos de ambos sexos a gobernar este despropósito de país indómito y chanchullero, y que fuesen lo suficientemente preparados, sin otro "máster" que no fuese el que convalida la lealtad, evitando la manipulación populista, toda vez que deberían ser experimentados, serios e inocentes sin certificados de no penales, ni siquiera portadores de un delito de calumnias, a través de unas listas abiertas, ofreciéndoles por dos o tres meses el espacio pertinente y convenido entre los aspirantes por los medios de comunicación social más allá de internet, como lo fueron la prensa, radio y televisión de cualquier color, y en los que no concursase la palabrería fácil y el deshonor de destrozarse el carisma, gracias al forcejeo de noticias falsas, que penalizadas con costes elevados deberían investigarse el origen y castigarse después de perseguir a los culpables, probablemente este solitario e invisible analista apostaría sin lugar a dudas por Ana Oramas González-Moro como la principiante de una sinergia motivadora e ilusionante.
Oramas, es una "chicharrera" guerrera, de 60 veranos pasados en su Santa Cruz de Tenerife canario, considerándose española hasta la médula. Estudió Ciencias Económicas en la Universidad de la Laguna y Empezó su andadura política a los 19 años en Unión de Centro Democrático con Adolfo Suárez a la cabeza, en tiempos convulsos y recorridos por pasillos oscuros interminables donde podían escucharse constantemente los ruidos de los sables desenvainados (UCD 1977-1983). Ella militó con fidelidad desde 1978 hasta 1982, cuando ya resquebrajado el partido optó por la militancia de responsable entrega a la ciudadanía, ocupando cargos municipales en los que grato rastro dejó a su paso.
En la actualidad Ana Oramas es portavoz de Coalición Canaria en el Congreso de los Diputados de un hemiciclo que empieza a parecerse un circo, mientras los leones de la Carrera de San Jerónimo madrileña se quedan boquiabiertos al observar que ya no representan casi nada, salvo para hacerse "selfis" los turistas, además del atrevimiento, poco peligroso ya, de que algunos les acaricien sus melenas, "casposas" por el simple contagio de esos representantes políticos que entran y salen despeinados y sonrientes siempre, para justificar que ya pertenecen a otra clase de muy importantes personajes.
La canaria canta, incluso habla, alto y claro y no tiene inconveniente de ser una aislada en los grupos mixtos estratégicos, que como representantes autorizados, algunos ninguneados, tienen limitadas las presiones por no considerarles, craso error, un enemigo a abatir en las gradas de esos 350 diputados que siguen las directrices y ordenanzas de la voz de su amo, maniatando a los disconformes con cordones, que unos se saltan a la torera, otros a la comba y los más inteligentes rodean con el apéndice sanitario, arrinconando a quienes de verdad pueden aportar algo más que votar o no hacerlo, a un "indeseable" capataz socialista, candidato para presidir lo que en funciones sigue siendo capaz de ignorar, que es la estima y el respeto de observar cómo quienes desde el ostracismo voluntario, tienen mucho más que decir y decidir al llegar un momento muy crucial, como el que representa este dislate de intenciones de aliarse con gente pirómana y segregacionista que pretende quemar el Estado, únicamente para conservar el dorsal de ser el número uno cuando a distancia se le ve que va a ser el último en la historia de una España perdida entre sus propias sombras manchadas de contradicciones, en la que no manda nadie, y ni tan siquiera puede tener la posibilidad de hacerlo con argumentos plausibles, con sapiencia y conciencia una Ana Oramas con nervios de acero, por poner un minúsculo ejemplo.