Revista Cultura y Ocio
La poeta Ana Vega escribió un texto a propósito de mi último libro, Si te echan mano al cuello, encontrarán la soga, y lo envió a determinada revista de literatura que, por supuesto, no se lo editó. Lo recupero para mi blog, con mi gratitud a una gran mujer, a una gran poeta, que siempre, pero siempre, desde que conoció mi poesía, me ha apoyado. Gracias, Ana, querida amiga, querida poeta.
“Unos gozan la vida, otros la sufren, nosotros la combatimos”Antiguo proverbio de los urcas siberianos
CANTAR EN LA MISERIA
Difícil enfrentarse a una trayectoria profesional —también ética y personal— tan amplia y tan lúcida como la del escritor asturiano David González (Gijón, 1964), incluso para sus seguidores y seguidoras más fieles, el autor desborda todo límite, toda frontera, pues escribe y lee de manera incondicional, siendo su ritmo el curso de este manantial imparable de la palabra un flujo constante que sigue sorprendiendo en cada lectura, en cada nuevo proyecto; David tensa la cuerda, ahora la soga, pues es lo único que encontrará quien busqué atrapar esta alma inquieta. El poeta se convierte en un francotirador de la palabra, cuya exactitud y precisión a la hora de disparar y dar en el blanco es tan aguda, tan clara, que provoca un rechazo inmediato del cobarde pues éste no puede aceptar una humillación tan definitiva e imperdonable en todo caso. Rastrear esta trayectoria poética sin fallo —como su puntería— nos conduce a un universo propio pero que no es lejano, puesto que su cercanía con quien lee—esa demoniaca fidelidad o vinculación de la que hablaba Carver— permanece desde sus primeros libros hasta hoy intacta, con esa solemnidad que el horror y la devastación exigen. Es necesario narrar los hechos tal cual sucedieron: “Escribir es contar una historia que ocurre por su ausencia”, Marguerite Duras. Escribir es romper el silencio y también dar voz a otros, principalmente a quien no puede alzarla y es exactamente ahí donde el poeta fija su atención. “Escribo para limpiarme por dentro”, insiste, repite, indaga y por eso ha de ensuciarse en vida propia y palabra. No teme en modo alguno hacerlo. Ofrecen sus libros tal vez una escapatoria, pero no se busca redención sino asumir verdades, utilizar el“lenguaje de los puños”, la lección aprendida del golpe, del pensamiento que llega tras la caída, de un ser humano que se muestra tal cual, en su absoluta transparencia, error y fallo, también deslumbramiento ante la caricia o el temblor. “Los libros, por si estabas pensando en ellos, no son objetos. Ni mercancías. Yo los veo más como puertas por las que sale de sitios como éste”, nos recuerda, y tras la puerta hay otra puerta y tras ésta, otra más, pero adentrarse en el laberinto exige buen diente y una fortaleza que no tema derrumbarse ante su propio rostro en el espejo. Podríamos definir su poesía como principio de resistencia, la de aquel que “no se arrodilla ante un esclavo ni baja la mirada ante una reina” (L’avalée des avalés. Réjean Ducharme). En sus propias palabras o más bien versos nunca le gustó, ni a él ni a su abuelo, que nada ni nadie les azotara… David González es nuestra memoria, quien recuerda que no debemos apartar la vista y así lo impide con su palabra, con sus poemas, recuerda, insiste, aunque la verdad duela y queme sus dedos al igual que la tinta le atraviesa cuerpo y alma. Son estas palabras y este hombre el resultado de un instinto de supervivencia infranqueable que demuestra la humildad, sencillez y respeto absoluto hacia la libertad, conceptos asumidos tan sólo por quien ha cruzado al otro lado y a su regreso lo observa todo con la mirada antigua, pero con un código de honor similar al que conserva el samurái hasta que la espada divide sus entrañas. No hay servidumbre alguna aquí, no se acepta la obediencia al amo, no se teme ya nada, tan sólo reconocer en uno mismo aquello que nos une, el mal que habita en todo hombre y mujer, afrontarlo y vencerlo. Al igual que el tatuaje para los urcas es la forma de arte más pura, David González demuestra su pureza a través de la palabra y no hay en él impostura alguna, sólo verdad, verdad extrema, la que te alcanza, la que transforma: “Cualquier parecido con la ficción es eso: pura ficción”.Posiblemente será “el último en cerrar los ojos”, este animal de carácter indómito, escritor de raza, que nunca acabará trabajando en circo alguno pues sabe que no es la manzana la que corrompe a los demás: “es el cesto”. Si le echan la mano al cuello encontrarán la soga, pero como bien dice Ernesto Sábato, “el mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”.La antorcha de la verdadquema la manodel que la lleva.
Anton Chéjov
A LA HISTORIA ME REMITO
uno solo debería soñar
soñar es indigno escribió rimbaud
si está dormidoo si está muerto: si está despierto no: se sabe está comprobado qu e estos sueños a la luz del sol llámalos delirios de grandeza si quiereso simples espejismos como prefieras
estos sueños a la luz del sol suelen acabar mal muy mal para los demás: con muchos de nosotros a oscuras en los campos:y luz de velas en las ventanas: rammstein: David González. Si te echan mano al cuello, encontrarán la soga. Letour1987, septiembre de 2016. Fotografía de portada: Vincent Minor.