Análisis de las víctimas del Vesubio en Herculano
Un texto de Maribel Velasco para Historia y Roma antigua
En la madrugada del 25 de octubre del 79 d.C., el Vesubio sepultó las ciudades y campos del Golfo de Nápoles con una gruesa capa de lava, rocas y ceniza. En Herculano, las personas que habían huido a la playa y se habían refugiado en los cobertizos para las barcas de la playa. Mientras esperaban ser rescatadas, fueron alcanzadas por la violenta erupción del volcán.
Las investigaciones arqueológicas y antropológicas de los restos de estos 330 “fugitivos” que salieron a la luz en la década de los 80 han proporcionado mucha información para comprender mejor cómo era la población de esta antigua ciudad romana. En particular, se han podido conocer la edad de las víctimas, el sexo, el régimen alimentario, el trabajo físico que desempeñaron y algunas enfermedades que sufrían. La reconstrucción basada en datos históricos y estratigráficos muestra evidencias importantes que ayudan a entender cómo fue la muerte y la conservación de los restos humanos de estas víctimas del Vesubio.
Reproducción de los esqueletos en el cobertizo 11. Foto de Maribel Velasco.
También la recuperación de más de 700 recipientes de sedimentos en el colector del alcantarillado del Gimnasio ha permitido conocer nuevos aspectos de la vida cotidiana: desde los desechos de la cocina hasta la dieta y los manjares que degustaban. Incluso ofrecen información sobre las infecciones que aquejaban a los habitantes de Herculano.
Los estudios vulcanológicos, sedimentológicos y paleomagnéticos han hecho posible establecer que todas las personas presentes en la playa fallecieron a consecuencia de la primera nube ardiente de las 6 que sobrevinieron, llamada surge 1 por los vulcanólogos, que avanzaba a una velocidad entre 80 y 100 kilómetros por hora y con una temperatura de unos 400°. Quienes se encontraban en la playa abierta murieron instantáneamente por la ebullición y evaporación inmediata de los líquidos orgánicos, como lo evidencian los huesos ennegrecidos, entrando así en contacto directo con la nube ardiente; en cambio, los que se encontraban en el interior de los arcos, al no sufrir la acción directa del flujo piroclástico, fallecieron en pocos instantes por choque térmico, como también se puede observar por la posición natural de los esqueletos, muchos de los cuales estaban sentados.
Reproducción de los esqueletos en el cobertizo 9. Foto de Maribel Velasco.
Los restos de un centenar de ese grupo, fueron analizados por un equipo de científicos italianos que determinaron por primera vez cómo fueron sus últimos momentos aquella madrugada. La investigación, publicada en la revista PLOS One en septiembre de 2018, revela que la avalancha de flujos piroclásticos (una nube de cenizas y gases venenosos ardientes) que los cubrió produjo que les hirviera la sangre y sus cráneos explotaran. Los análisis realizados a los huesos sugieren, según el estudio, un patrón generalizado de hemorragia inducida por el calor, aumento de la presión intracraneal y estallido del cráneo.
El número de individuos presentes al aire libre en la playa, según los datos disponibles, parece ser inferior a los ocupantes de los cobertizos, pero la violenta ola del flujo pudo haber barrido y arrastrado al mar a un número indeterminado de individuos.
Estado físico de las víctimas. Patologías
Según se desprende de los estudios multidisciplinares de los restos óseos, los médicos se encontraban en ocasiones ante patologías poco comunes. Por ejemplo, se han hallado casos como la fusión temprana de algunas suturas del cráneo, que modifican su crecimiento deformándolo y producen que el cerebro se desarrolle en una forma anormal; o un engrosamiento progresivo de los huesos del esqueleto (enfermedad de Paget) que los hace más grandes, pero también más frágiles; también una curiosa y rara falta de simetría de los músculos del cuello, lo que habría dado lugar a una especie de “cuello rígido”. Sin embargo, estos son episodios esporádicos. Muy diferente, sin embargo, es el caso de la espina bífida, es decir, el cierre incorrecto del tubo neural y de las vértebras que lo contienen, que está presente en el 11% de los esqueletos examinados. Los afectados padecían dolor lumbar.
Relieve de la Casa del relieve de Télefo. Herculano. Representa el episodio homérico de Télefo, hijo de Hércules, quien, según la prescripción de un oráculo, sólo podía ser curado por el óxido de la lanza de Aquiles, que le había infligido la herida. Foto de Maribel Velasco.
Desde el punto de vista paleoergonómico, los resultados son interesantes. Las alteraciones esqueléticas por sobrecarga son muy comunes en la población y también denotan la presencia de trabajo infantil. Los hombres utilizan sus dientes frontales casi como herramientas de trabajo, probablemente en relación con las actividades pesqueras y presentan lesiones en los brazos, compatible con el uso de embarcaciones de un solo remo.
Los rastros de hiperextensión de la cadera también aparecen muy comunes. Entre las patologías destacan la tuberculosis, la brucelosis y las lesiones óseas por rascado del cuero cabelludo, probablemente por pediculosis (piojos), bien documentadas por las fuentes literarias contemporáneas y por el descubrimiento directo de liendres en los esqueletos. Las enfermedades respiratoriastambién son frecuentes, favorecidas por la combustión doméstica de materiales orgánicos del fuego del hogar y de la iluminación. Las formas de tratamiento médico se demuestran tanto por el hallazgo del conjunto de instrumentos quirúrgicos como por el esqueleto de un niño al que se le entablilló el brazo para curar una fractura, resuelta en el momento de la erupción y que se había producido un mes antes.
Instrumentos quirúrgicos encontrados en el cobertizo 12 y estuche de cilindros de cobre. Foto: repubblica.it
A falta de medicamentos eficaces, las infecciones y enfermedades se transmitían durante mucho tiempo y llegaban a ser letales. Por ejemplo, en la fullonica (lavandería), los esclavos, a veces niños, pisaban los tejidos en unas tinas ovales con una fétida mezcla de agua y sustancias alcalinas como sosa y orina, durante horas, todos los días, incluso en invierno. La piel acababa agrietándose y aparecían úlceras que se infectaban fácilmente en ese auténtico caldo de cultivo bacteriano. En el pistrinum (panadería), tampoco el trabajo no era mucho mejor: cuando no eran los asnos, los esclavos giraban sin parar la muela para moler el grano en un reducido espacio cerrado y aspirando la harina que día tras día dañaba sus pulmones.
El sarampión, la bronconeumoníao la tuberculosis eran asesinos despiadados. La mortalidad infantil era altísima, alrededor del 28%. Llegar a la edad adulta, entre malnutrición y enfermedades, podía resultar una verdadera hazaña.
Los estudios realizados por P.P. Petrone, L. Fattore y V. Monetti en una muestra de 1358 dientes permanentes y en los huesos encontraron una alta incidencia de caries que denotan la presencia de alimentos altamente cariogénicos en la dieta. Esta patología, junto con la hipoplasia del esmalte, que se manifiesta con la presencia de surcos horizontales en la superficie de los dientes, sería un claro indicador, al menos para una parte de la población, de un alto consumo de hidratos de carbono, no separada de las condiciones de desnutrición y enfermedades durante el crecimiento.
Maxilar inferior en una víctima de Herculano. Foto de L. Capasso
En cuanto a los elementos minerales, la cantidad de plomo encontrada podría explicarse tanto por el uso de platos de metal para cocinar alimentos como por el agua potable transportada por las tuberías, todavía visibles hoy en las aceras y en muchas casas.El saturnismo, pues, era una de tantas enfermedades que sufrían entonces y que acababan provocando muertes prematuras y bajando la vida media de los romanos.
Tuberías de plomo visibles en el Cardo IV superior de Herculano. Foto de Maribel Velasco
Aunque la población que vivía en las laderas del Vesubio parece que se beneficiaban de una protección natural para sus dientes gracias a una fuerte concentración de flúor en el agua que bebían, las caries dentales atormentaban a algunas personas y las raíces a veces se ven afectadas por profundos abscesos.
Absceso en el maxilar inferior en una víctima de Herculano.
Foto de L. Capasso
Pero, es que, la alta concentración natural de flúor en el agua y en el suelo, típica de las zonas volcánicas, causaba fluorosis esquelética en los habitantes de la antigua Herculano, como también ocurre hoy en esa zona. Esta patología metabólica de huesos y articulaciones es endémica en la zona del Vesubio. La investigación se realizó en 2011 por el CNR y la Universidad Federico II de Nápoles en 76 esqueletos pertenecientes a una población de 0 a 52 años. A partir del examen de las peculiaridades morfológicas, radiológicas, histológicas, químicas, esqueléticas y dentales, se encontró un aumento significativo en la concentración de fluoruro con la edad y un grado de lesiones en la columna vertebral y otras articulaciones propias de esta enfermedad.
Alimentación
La excavación arqueológica ha permitido encontrar frutas, cereales, legumbres y comida ya preparada que se encontraba no solo en las mesas, sino también en los restaurantes, en los termopolios de la antigua Herculano (en realidad, los romanos no usaban la palabra thermopolium para indicar un bar o un local de comidas, que es un término culto de origen griego, sino otras como cauponao popina). Se ha encontrado una cantidad considerable de cereales, como es el caso de un silo en el cardo IV que guardaba más de 100 kilos de grano.
Se conservan restos carbonizados de trigo, cebada, mijo, farro, cebollas, dientes de ajo, garbanzos, lentejas, habas, guisantes, higos, uvas, almendras, nueces, granadas, dátiles, olivas, pan…. además de huevos, vieiras, caracolas, valvas de almejas y huesos de animales de granja.
Frutos secos carbonizados: higos, nueces, almendras y dátiles. Foto de Maribel Velasco.
Y también fragmentos de levadura madre con la que podía amasar el pan de diferentes formas: la focaccia, como el actual bollo plano típico de la zona de Nápoles, y la hogaza redonda y con divisiones radiales.
Hogaza de pan. Foto de Maribel Velasco.
En el análisis de los desagües también ha sido posible reconocer más de 50 especies de peces todavía hoy presentes en el Golfo de Nápoles.
Son muy interesantes los datos obtenidos de los análisis paleonutricionales de los huesos y dientes de los “fugitivos” que se encontraron en la antigua playa. Estos datos confirman una dieta fundamentalmente vegetariana y un acceso a las proteínas animales principalmente a los niveles sociales más altos de la comunidad local:
El análisis de los oligoelementos presentes en los huesos, aunque se realizó en un número limitado de individuos, proporcionó elementos útiles para la reconstrucción de la dieta. Los altos valores de zinc encontrados en algunos individuos, por encima de la media, sugerirían la presencia en la dieta de carnes rojas, pero también de crustáceos, ostras, frutos secos y legumbres, además ampliamente documentado por los abundantes restos de comestibles carbonizados encontrados en excavaciones de la ciudad. Los valores de estroncio, en cambio, parecerían un indicio del consumo de pescados marinos y proteínas de origen vegetal, con una notoria dosis de hidratos de carbono, ya sospechada por la alta frecuencia de caries encontrada en los dientes. Una dieta rica en pescado, hidratos de carbono y proteínas vegetales podría estar en el origen de formas de anemia y cierta predisposición a enfermedades infecciosas, estas últimas ya sugeridas por la frecuente hipoplasia del esmalte dental.
Fresco de un pequeño bodegón con frutas y frutos secos sobre una bandeja de mimbre. Casa de los Ciervos, Herculano. Foto: Parco Archeologico di Ercolano.
Estatura
Los hombres presentan una estatura media de unos 1,69 m. y las mujeres de 1,55 m. Se registran pocos picos por encima, como el de un hombre de 1,75 m., y por debajo, el de una mujer de 1,40.
Edad
Los datos generales de la población romana indican que la edad media de vida era 40 años para los hombres y 29 para las mujeres. Una explicación de la desconcertante, bajísima, edad media de vida de las mujeres se encuentra en los riesgos relacionados con el parto. Se ha calculado que en aquella época morían mil veces más que hoy.
El gran número de víctimas descubiertas en Herculano permite hacer estudios sobre un campo muy amplio, con la cautela, no obstante, de que se trata de una “selección” realizada a través de una tragedia: no encontramos toda la población, sino solo la que ha muerto por causas no naturales, un aspecto importante para tener en cuenta.
Según los estudios de A. Maiuri (1959) y L. Capasso (1999), en Herculano el número de mujeres que no habían dado a luz era sorprendentemente alto, del 32,5%, pero aproximadamente el 10% lo había hecho hasta 6-8 veces. Además, las mujeres generalmente tenían hijos en la segunda década de su vida, de hecho se encontraron cuatro mujeres entre 18 y 21 años con huesos fetales en la pelvis.
Pero hay una curiosidad que surge cuando se analiza la composición de las víctimas de Herculano, y es la falta absoluta de los sexagenarios, mientras que las de 50 años son apenas el 8,4 %. Esto no quiere decir que no hubiera ancianos, sino que probablemente refleja un problema ligado a la huida durante la erupción. En cambio, el número de los niños de 0 a 14 años alcanza el 30,1 % de la población.
Los datos también sugieren otro aspecto muy interesante: hay una franja de edad que está poco presente entre las víctimas, que es la de los jóvenes entre los 15 y los 19 años. Es como si la pirámide de la población, compuesta de varias franjas de edad, en un determinado punto sufriera un repentino estrechamiento: puede que, al ser más fuertes y sin cargas familiares tuvieron más posibilidad de huir a tiempo y salvarse; o, quizá, el estrechamiento de la pirámide, al igual que ocurrió tras las guerras mundiales, representaría una crisis de natalidad debida a la muerte repentina de muchos potenciales padres, hombres y mujeres. Este vacío generacional sería la “memoria” del violentísimo terremoto que devastó Pompeya, Herculano y todas las villas y las granjas de la zona en el 62 a.C.
En conclusión, teniendo en cuenta con la debida cautela los datos estadísticos obtenidos de las víctimas de la erupción, un tercio de la población tenía menos de 15 años, y casi dos tercios entre 15 y 50 años. Menos del 1% tiene más de 50 años.
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· I tre giorni di Pompei. Alberto Angela. 2014
· Morire a Ercolano. Maria Paola Guidobaldi. 2009
· Artículos de periódicos digitales
· Parco archeologico di Ercolano: https://ercolano.beniculturali.it/
· http://pompeiisites.org/boscoreale/antiquarium-sala-i/
· http://www.vesuvioweb.com/it/
· https://collections.plos.org/collection/nanomaterials/