Revista Cine

Analizamos la 4ª temporada de Fringe

Publicado el 20 mayo 2012 por Lapalomitamecanica
En su año más flojo, Fringe sigue a la cabeza de la ciencia ficción televisiva
Analizamos la 4ª temporada de Fringe
Nota: 7,5
Con Fringe renovada para una quinta y última temporada, la angustia que vivimos sus seguidores durante su tercer año está casi olvidada, pero hubo un momento en el que hasta los propios creadores de la serie creyeron que todo terminaría con el enfrentamiento final entre las dos realidades al que asistimos hace poco más de 12 meses. En cierto modo, el final de la tercera temporada estaba pensado como la conclusión de la propia serie, con la paz reinando en los dos universos y el sacrificio de Peter Bishop, que al igual que cierto personaje de Battlestar Galáctica, pasaba a ser una figura casi espiritual o mesiánica en la mitología de la serie.
Es por todos esos motivos que la renovación por un cuarto año se mostraba como un arma de doble filo. De hecho, durante el primer tercio de la temporada, la falta de ideas ha sido evidente y parecía que la heredera de Expediente X se alejaba de esa solidez narrativa que había ido en aumento entrega tras entrega. Este año hemos sufrido, sí, pero todo ha sido para ir recolectando poco a poco las piezas de una recta final de infarto. Un último tercio espectacular en el que la serie ha cerrado casi todas las tramas que abría en sus comienzos, y que convierte a la creación de J.J. Abrams y Roberto Orci ya no solo en el inmejorable legado de la serie protagonizada por Mulder y Scully y todo un clásico de la ciencia ficción televisiva (título logrado el pasado año), sino en uno de los mejores ejemplos de planificación argumental y una de las series que más respeto tiene a sus seguidores. El análisis completo, tras el salto.
Como decimos, el comienzo no ha sido fácil. Durante los primeros episodios, los espectadores hemos asistidos casi con la misma confusión que sus guionistas a la necesaria continuación de una historia ya terminada. Sin Peter Bishop, las cosas eran exactamente como cualquier seguidor de la serie podría haberse imaginado. Por mucho que siempre sea agradable conocer otras realidades alternativas, la de la cabecera ámbar se mostraba casi innecesaria tras los trepidantes hechos del pasado año, y los episodios autoconclusivos, aunque al mismo buen nivel general del resto de la serie, han sido claramente insuficientes para mantener el interés inicial mientras Walter creía que veía fantasmas y Olive tenía sueños con un tipo al que nunca había conocido.  Predecible y aburrido. 
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Pero entonces regresó el hijo prodigo. ¿Dónde había estado? ¿Hasta qué punto era consciente de su existencia tras ser borrado por September? Esas son preguntas cuyas respuestas aún no tenemos del todo claras, pero ya en el quinto episodio, la serie recuperaba al vértice perdido de su triángulo de protagonistas y la cosa se ponía más interesante, la trama volvía a traer a los "cambiaformas", y el Cortexiphan seguía haciendo de las suyas entre los compañeros de guardería de Olivia. En principio, dos temas recurrentes en la serie que servían para llenar esos episodios procedimentales mientras dejaban una tibia sensación de avance en la trama, pero aún seguíamos sin saber cómo Peter podría volver a la realidad original, o incluso si no estaba ya en dicho universo
Tuvo que ser otro esperado regreso el que volviera a avivar nuestra atención. En el octavo episodio, ese en el que Peter acude al otro universo para pedirle ayuda a un sorprendentemente miseriocordioso Walternative (en cada realidad, la cantidad de matices diferenciadores es abrumadora), Dunham recibe la visita de un malherido September. "He visto todos los posibles futuros y mueres en todos" es el agorero mensaje que trae consigo en su visita en el anfiteatro. Tocaba esperar a ver cómo se iba alineando la premonición con más episodios autoconclusivos, por lo menos en apariencia...
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A modo de relleno, nos iban colando relatos bastante entrañables como ese en el que la Astrid alternativa tiene un ataque de pánico y acude al abrazo de su doble. Mientras, el arco argumental de los cambiaformas se estaba vinculando magistrálmente al de otro villano clásico de la serie, David Robert Jones, autor de los extraños experimentos que desestabilizaban nuevamente las realidades. De hecho, prácticamente todos los eventos fringe que parecían casos aislados terminan teniendo su origen en Jones, que se reinventa como el malo definitivo de la serie hasta el punto de llegar a desgastarse en el bajón de la temporada casi antes de su recta final. Sus motivaciones se volvían demasiado gratuitas y el juego que se traía  con dos personajes que siempre han sido un recurso para tirar de misterio en Fringe como "los Broyles" y "las Ninas" comenzaba a ser algo caótico.
Hasta el momento y desde el regreso de Jones, el mayor aliciente de la temporada era Anna Torv en su doble papel. Por un lado, nuestra Olivia iba viendo como su personalidad era reemplazada por la de la realidad de Peter. Según Walter, se trataba de una especie de proyección del deseo interior de Peter de recuperar a su novia pasado por el filtro de los poderes mentales de la rubia. No cuajaba demasiado pero seguía enfocando la trama hacia el Cortexiphan. Al final, las apariciones de la Olivia Alternativa con su garbo al andar y esa sonrisa picarona se convertían en los mejores momentos de la mitad de temporada. Pero eso fue hasta que entendimos el plan completo cuando September regresaa al laboratorio para llevarse a Peter a un viaje cargado de revelaciones lárgamente esperadas por los fans. 
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El observador le confiesa a Peter la procedencia de su raza, que no es otra que uno de los posibles futuros de la humanidad. Los observadores simplemente son humanos muy evolucionados con la tecnología para viajar el tiempo y moverse a cámara rápida. Nada de extraterrestres o seres celestiales, sino personas capaces de sentir alegría, tristeza, compasión o incluso envidia. En ese mismo momento, September admite ante Peter su incredulidad por su regreso y que la idea de que los daños que él mismo causó en la línea temporal salvando a Peter de niño (y provocando el nacimiento del hijo de este con la Olivia errónea) ya estaban reparados estaba equivocada. Nada más lejos de la realidad. Las desviaciones en el curso de los acontecimientos se habían vuelto irreversibles y el papel del joven Bishop junto al de la Olivia de siempre (que había estado presente toda la temporada sin nosotros saberlo) eran cruciales para el destino de la humanidad.
Un par de entregas después, Walter comprendía que la única posibilidad para detener a Jones era cerrar el puente entre ambos universos, y fue entonces cuando asistimos a la emotiva despedida de todos los alternativos junto a Lee, que decidía quedarse en el otro universo ahora que su doble había fallecido. Las escena con ambos Walters reconciliándose también estuvo cargada de magia y sentimiento, pero ya era hora de ponerse serios, y vaya si lo habían hecho en el episodio inmediantamente anterior, el 19.
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Creo que todos estaremos de acuerdo en que ese capítulo es uno de los mejores de toda la serie, sino el mejor. Repitiendo la estrategia del pasado año, los guionistas nos ofrecían una mirada al futuro, pero no al que nosotros hubiéramos esperado. Letters of Transit se ambientaba en una realidad unos 25 años avanzanda en el tiempo en la que los calvos se habían hecho con el control de nuestro universo viajando desde el suyo propio. En uno de los habituales ejemplos de valentía y originalidad, los guionistas nos ofrecieron una entrega en la que casi no aparecían los protagonistas de la serie, sustituidos por la hija de Peter y Olivia en su lucha contra la invasión alopécica. Un casting magistral, la exposición total de los personajes más misteriosos de la serie y una perla argumental en forma de William Bell en ámbar terminaban por redondear una entrega que sirve de adelanto anticipado de lo que nos podemos encontrar el próximo año demostrando que el equipo tras la serie ya tiene la lección de la cancelación fantasma bien aprendida.
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Es un placer sentir como todas las piezas que has estado reuniendo durante tantos años acaban juntándose hasta niveles tan complejos y estudiados que es imposible recordarlos en su totalidad. Eso sucedía en el capítulo 20 cuando Bell salía finalmente de las sombras y se mostraba como el gran villano relegando a Jones al lugar que le corresponde. Más tramas en apariencia autoconclusivas como la del grupo que quería crear una nueva especie siguieron confluyendo hacia la historia principal. Y esto es importante, porque en este punto ya teníamos absolutamente todos los arcos argumentales fusionados. Resulta que Jones estaba utilizando a los niños del Cortexiphan para destruir nuestra realidad reemplazandola por una nueva creada no solo por William Bell, sino en base a estudios antiguos de Walter, que resultan ser la verdadera razón por la que el anciano decidió extraerse una parte de su cerebro. Es decir, del episodio 20 al 22, toda la mitología de la serie acaba apuntando en una única dirección; Bell, con tan solo ocho apariciones -y dos animadas- en Fringe, conquistaba su trono de gran villano, y viejas excusas para ofrecer capítulos de relleno como los que han sobrecargado esta temporada encontraban su justificación al mismo tiempo. 
Pero lo mejor de todo es que, como decimos, esta vez ya sabían que la renovación era una posibilidad y han sabido cerrar la historia principal, muerte y resurrección de Olivia para frustrar los planes de Bell mediante, dejando una ventana abierta hacia la única trama que les queda por contar: la invasión de los Observers. Realmente, no sabemos hasta que punto la historia central de Fringe estaba planeada desde un principio atendiendo al constante peligro de desaparición con el que ha convivido la serie desde sus inicios, pero no me cabe ninguna duda de que estas cuatro temporadas quedarán para la historia como un plan perfectamente ejecutado y fiel a las intenciones que mostraron hace cuatro años, sin que ello quiera decir que hayan descuidado a sus personajes. Tanto John Noble como Anna Torv siguen demostrando por qué son año tras año las ausencias más escandalosas de todas las entregas de premios, y secundarios como Astrid (Jasika Nicole), Broyles (Lance Reddick) o incluso Lee (Seth Gabel) han terminando ofreciendo mucho más de lo que se esperaba de ellos. 
Analizamos la 4ª temporada de Fringe
Para redondear un cóctel cargado de excelencia técnica e interpretativa, a lo largo de esta temporada se han paseado por el set de Fringe directores cinematográficos como Brad Anderson (4x02 y 4x06) y actores que despiertan tantas simpatías entre los fans como Jared Harris (Mad Men), Leonard Nimoy o Henry Ian Cusick (Perdidos). El resultado es la entrega más desequilibrada de la serie, no cabe duda, pero entendiendo esa falta de continuidad como una media entre un inicio descafeinado y un final apoteósico y redimensionador. También es la que ha conseguido elevar a Fringe más allá del estatus de culto al de referente indicutible por encima de su eterna predecesora, la ya mencionada Expediente X, además de que ese cierre ya pactado asegura que Peter, Walter y Olivia no sufrirán el mismo desgaste que sus compañeros del FBI. Todos, motivos más que suficientes para que no nos tiemble el pulso a la hora de poner a la serie de J.J. Abrams por encima de la de Chris Carter en esta realidad, en la otra, o en cualquiera de las que se inventen para la quinta temporada.
Las dos nuevas cabeceras que nos ha dejado la cuarta entrega. Como siempre, no os perdáis los diferentes términos "científicos" que la adornan:


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