Nota: 2
Camelot representaba a priori una apuesta interesante para la midseason, y aunque nunca se planteó como una alternativa real al gran estreno del año Juego de Tronos si que aspiraba a poder olerle los bajos a la serie protagonizada por Sean Bean. A lo largo de los año hemos visto representada la historia de Arturo y Merlín incontables veces, ya sea en formato animado con Disney o incluso algo más serio en la tv-movie protagonizada por Sam Neill, pero el formato que te otorga una serie da la libertad para plasmar una historia repleta de aventuras que puede dar mucho juego. La cadena Starz ya nos había deleitado con la serie Spartacus, donde las escenas de acción y el presupuesto parecían estar a la altura de las circunstancias. Sin embargo para su nueva apuesta Camelot parece que la cadena se ha quedado corta en todos los sentidos. Descubre nuestro análisis tras el salto.
Ya hace un par de meses os dejamos impresas nuestras primeras impresiones de Camelot, donde la magia y la acción brillaban por su ausencia y cuyos guiones dejaban mucho que desear en un piloto sin ritmo ni gracia. Pues vista ya la primera temporada, no ha hecho más que confirmar nuestras primeras sensaciones y es que Camelot es de lo peorcito que nos podemos encontrar en la oferta televisiva americana.
En primer lugar tiene un grave problema de casting; El inexpresivo Joseph Fiennes (Flashfoward) es una de las razones, dando vida a un Merlín más soso que la Carbonero presentando los deportes, que no deja de dar largas para no hacer ni un solo truco de cartas durante toda la temporada. Un personaje que podría haber funcionado si le hubieran dado un poquito de profundidad, algo que casi se consigue con el capítulo donde éste consigue la mítica Excalibur siendo el origen del nombre de la espada algo sorprendente en un episodio realmente bueno en comparación con el resto.
Por otro lado, el actor Jamie Campbell Bower toma las riendas del papel protagonista dando rostro al Rey Arturo. Otra mala elección de actor, ya que el trabajo del chico deja mucho que desear. Tampoco ayuda un personaje que por circunstancias de guión no comienza con el pie derecho su reinado ya que desde un principio en vez de intentar reinar anda detrás de las faldas de la mujer de uno de sus caballeros más preciados. Algo que provoca que desde un principio le cojas manía en lugar de generar el entusiasmo de inspira un guerrero y líder. Una historia de amor totalmente intrascendente donde la pobre Ginebra no queda retratada demasiado bien sobre todo a sabiendas de lo que ocurrirá en un futuro con el mítico Lancelot.
La única que se salva de la quema es Eva Green como la despiadada Morgana. No obstante, según pasa la temporada su personaje empieza a ser algo paródico contando entre sus esbirros con una monja satánica y un plan tan absurdo basado en una demagogia tan barata que haría vomitar a cualquiera de nuestros flamantes políticos. Sin embargo todo esto podría pasarse por alto si la historia tuviera algo de chicha, pero en vez de fomentar la temporada bajo el argumento de cómo construir un reinado basado en la justicia, en la sabiduría y en la verdad, estos temas pasan de puntillas siendo las absurdas maquinaciones de Morgana las que más metraje ocupan.
Pero lo que salta más a la vista es la preocupante falta de presupuesto y creerme si os digo que Camelot no cuenta con escenarios ni vestuarios mucho mejores que la serie de Antena 3 Hispania. Si con Juego de Tronos podemos quejarnos con lo que racanean en las batallas, lo de Camelot es aún más bochornos ya que los castillos parecen sacados de las ruinas romanas de mi pueblo y las escenas de acción son más propias de los Piratas de Pilar Rubio que de una serie Norteamericana.
Camelot es una serie hecha con el mínimo esfuerzo que curiosamente en audiencias ha funcionado mientras otras genialidades como Rubicón o Cáprica no. Si algo positivo tiene la serie de la cadena Starz es que es fácil de ver y no exige demasiado al espectador siendo posiblemente un producto de entretenimiento gratuito hecho tan solo para pasar el rato. Más o menos como la serie Merlín, actualmente en emisión. Es decir, prescindible.