En todos los tiempos y en todas las culturas las mujeres se han ocupado del cuidado de la vida humana, actividad sin la cual ésta no es posible. A estas tareas de cuidado, les hemos dado el nombre de tareas de sostenibilidad de la vida humana porque son imprescindibles para la supervivencia de la especie humana, pero en realidad se trata de tareas muy diferentes en cuanto a su naturaleza y carácter.
El carácter humano (tanto biológico como social) de estas tareas, corresponde a los cuidados realizados a lo largo del ciclo biológico de las personas y que se derivan del hecho de poseer un cuerpo que nace, crece, envejece y muere. Muchas veces nos referimos a tareas que son actos monótonos y repetitivos pero necesarios como preparar alimentos, lavar, limpiar, etc., más bien propias del trabajo doméstico pero también a las relaciones afectivas que estos cuidados acompañan.
Estas tareas incluyen los cuidados prolongados realizados a lo largo de la infancia y gracias a los cuales las crías humanas nacidas en total estado de indefensión y dependencia pueden llegar a sobrevivir y superar su animalidad humanizándose. En el proceso evolutivo de los humanos el hecho más significativo que distingue a la especie humana del resto de los animales e incluso de otros primates antropomorfos como gorilas, chimpancés y orangutanes es justamente el hecho de ser la única especie en la que se realizan cuidados prolongados en las crías. Se trata de una consecuencia derivada del hecho de la reducción del canal pélvico en las mujeres como adaptación a la bipedestación, que ha dificultado el parto en las mujeres y ha provocado alumbramientos precoces, cuando la maduración neuronal del feto no ha sido completada.
El precio a pagar por la adquisición de la posición bípeda es el nacimiento de crías inmaduras nacidas antes de terminar su encefalización, con la necesidad de ser cuidados después del nacimiento, pero a su vez este hecho ha sido la causa del gran desarrollo del cerebro humano adulto que llega a multiplicar por cuatro su volumen respecto al cerebro del neonato, mientras que en otros primates como los chimpancés éste no pasa de ser ni el doble en estado adulto.
El conflicto entre locomoción y capacidad cerebral se resolvió gracias a la prolongación de la tasa de crecimiento fetal del cerebro de forma extrauterina en el neonato hasta los 12 meses. Esta solución supone que los niños nacen con una gran indefensión e inmadurez neuromotriz que confiere a la especie humana un largo periodo de cuidados y aprendizaje único entre todas las especies animales y que ha tenido una importancia vital en el desarrollo intelectual y cultural de la humanidad.
La prolongación del desarrollo del feto de forma extrauterina y la innovación de la niñez (periodo comprendido entre los 2 y 7 años) como rasgo adaptativo de la especie humana ha permitido un largo periodo de aprendizaje en el que poder transmitir pautas culturales y conocimientos como el lenguaje, por lo que el cuidado tiene una importancia vital en el desarrollo intelectual y cultural de la humanidad ya que sin él no hay maduración neuronal ni transmisión de cultura ni por lo tanto civilización. Por lo tanto, esta característica única entre los animales va a ser la que permita a un niño recién nacido llegar a transformarse en persona.
Como dice la ecofeminista Ynestra King: “La humanidad emerge desde la naturaleza no humana, es decir, que el proceso de educación de un infante humano sin socializar e indiferenciado que se transforma en persona adulta es el puente entre la naturaleza y la cultura”.
Los cuidados de carácter humano también implican proporcionar atenciones especiales a las personas más desvalidas del grupo como enfermos y ancianos que les permitan sobrevivir como lo demuestra el hallazgo de fósiles humanos muy antiguos en Dmanisi (Georgia), de unos 1,6 -1,8 millones de años, en los que ya se puede observar que han conseguido sobrevivir a la enfermedad y a la decadencia física gracias al cuidado realizado por otros miembros de la comunidad. De forma general, estos cuidados significan atender las necesidades de los cuerpos, de forma natural para que la vida continúe, lo cual implica cosas normales y corrientes pero necesarias como cocinar, alimentar, lavar, limpiar, acompañar… o preocuparse de que todo funcione.
En cambio, los cuidados de carácter eminentemente social son los que permiten que las personas no sólo puedan sobrevivir sino alcanzar unos niveles de existencia en condiciones de suficiencia y equidad con el resto de la humanidad como son el acceso al agua, al alimento, a la energía, a la vivienda, a la educación y a la sanidad. Por ello, estos cuidados incluyen la atención a las comunidades en riesgo de exclusión por la pobreza o afectados por los rigores climáticos, las sequías, las hambrunas, los conflictos bélicos, las catástrofes o los desplazamientos provocados por las políticas neoliberales aplicadas a los países empobrecidos. Pero también satisfacen necesidades no forzosamente biológicas pero que implican un nivel de existencia digno (nos referimos a necesidades de tipo afectivo, cultural o psicológico, entre otras las que suponen un bienestar para la humanidad).
En todas estas situaciones, sabemos que las mujeres han tenido un papel clave en la gestión de la escasez y en la resolución de los conflictos por su especial relación con la corporeidad, debida a la división del trabajo en función del sexo y no a su particular biología.
Y también hay un aspecto ecológico o de relación con la naturaleza en estos cuidados derivado del hecho de que nuestro destino está interconectado con el de la biosfera. El reconocimiento de esta dependencia nos obliga a cuidarla y admitir la existencia de Gaia como un mecanismo de regulación de la biosfera que da primacía a la vida sobre todas las demás características.
En la visión de Gaia de Lovelock-Margulis se considera al planeta Tierra como resultado de la acción de los seres vivos, tanto sobre la atmósfera actual como sobre la hidrosfera, o los materiales de la corteza terrestre, y no al revés, es decir, que no es que las condiciones especiales de la tierra hayan permitido el desarrollo y evolución de la vida sobre la tierra, sino que es la vida quien ha determinado el desarrollo y evolución de las condiciones adecuadas para la vida sobre la tierra. El abuso y explotación que hemos hecho de los recursos naturales como si fuesen ilimitados nos ha llevado a una situación en la que hemos puesto en peligro nuestra permanencia en la Tierra, ya que como ha dicho el ecólogo Ramón Margalef: “Gaia puede prescindir de la especie humana si no la respetamos pero nosotros no podemos prescindir de ella”por lo que cuidar de la Tierra es también ocuparse de la supervivencia o sostenibilidad de la especie humana.
ANALOGÍAS ENTRE LA EXPLOTACIÓN DE LA NATURALEZA Y EL TRABAJO DE LAS MUJERES
Como dice Marilyn Waring en su libro Si las mujeres contaran: “El trato que se da a la madre tierra y el que se da a las mujeres y los niños dentro del sistema de contabilidad nacional presentan múltiples paralelismos fundamentales, no presta ninguna atención a la preservación de los recursos naturales ni al trabajo de la mayor parte de sus habitantes ni al trabajo no remunerado de la reproducción de la misma vida humana así como a su manutención y cuidado. El sistema no puede responder a valores a los que se niega reconocimiento”.
En efecto, la extracción de madera, carbón o petróleo tiene mucho que ver con la explotación del trabajo de las mujeres, y es algo de lo que se ha apropiado la sociedad capitalista-patriarcal, al no valorar ni la energía solar de la que depende toda la producción de vida en nuestro planeta y por lo tanto todos nuestros recursos fósiles ni la energía de las mujeres ligada al cuidado de la vida humana: ni una ni otra aparecen internalizadas en el PIB, luego no existen desde el punto de vista de nuestra economía.
En ese sentido, los países del Norte tienen contraída una deuda con los países del Sur como consecuencia de la expoliación a que han sido sometidos por los países colonizadores que se han apropiado sistemáticamente de todas sus riquezas, así como las que han seguido después, y que han supuesto deforestación y pérdida de biodiversidad en sus cultivos para poder pagar la deuda externa, impuesta por nuestro modelo de desarrollo. A esta deuda desde el ecologismo y la economía ecológica se le ha atribuido el nombre de deuda ecológica.
Con esta denominación se intenta subvertir el concepto de deuda externa según el cual se admite que son los países en vías de desarrollo los que deben algo a los países desarrollados a través de los créditos realizados por el FMI y BM sin tener en cuenta los fabulosos intereses obtenidos por estos últimos ni el empobrecimiento de las comunidades de los países en vías de desarrollo producido por la aplicación de las políticas de ajuste estructural que han supuesto el deterioro de las escasas políticas sociales existentes, mediante el recorte de los presupuestos del gasto público.
Del mismo modo, podemos decir que la humanidad tiene contraída una deuda con las mujeres por el trabajo de cuidado y sostenimiento de la vida realizado a lo largo de todo el ciclo de la vida humana en todas las sociedades, como en sacar adelante a las comunidades en situación de conflicto o hambre, tarea que enaltece a la especie humana y sin la cual nuestro mundo se convierte en una jungla sin solidaridad, en la que se implantan los mecanismos de salvación individual.
Y así como el pago de la deuda externa no reconoce la deuda históricamente contraída por el Norte hacia el Sur, el pago de esta deuda no tiene nada que ver con las políticas de igualdad, ya que no tienen en cuenta la deuda de orden simbólico hacia las mujeres.
CRISIS ECOLÓGICA Y CRISIS DE LOS CUIDADOS
Hemos intensificado los ritmos de explotación y hemos creado una crisis ecológica y una crisis de los cuidados irresolubles dentro de este modelo económico depredador y patriarcal. Nuestro sistema de explotación de la naturaleza basado pura y simplemente en la extracción, aunque eufemísticamente lo llamemos producción ha tocado fondo: después de años de extracción continua, el petróleo está a punto de agotarse o por lo menos el petróleo barato. Ahora cada vez habrá que invertir más esfuerzo y tecnología en la extracción de lo que nos queda una vez alcanzado el peak-oil, por lo que cada vez será más caro. Reducir el consumo en el norte y desarrollar energías renovables como las derivadas del aprovechamiento de la energía solar o eólica que ya en este momento permiten atender nuestras necesidades mas básicas, debería ser una de nuestras prioridades más acuciantes, que sólo la ceguera política o los intereses de los monopolios eléctricos o los derivados del sector petrolero impiden poner en marcha.
Por otra parte, nuestra economía basada exclusivamente en los combustibles fósiles o paleoeconomía está llegando a su fin con los problemas creados con las emisiones de CO2 que están acelerando el cambio climático a un ritmo sin precedentes, con lo que la supervivencia de la especie humana en condiciones de dignidad y de equidad está amenazada. Y, como siempre, serán los pueblos en vías de desarrollo los primeros en sufrir las consecuencias de las sequías y de la escasez, al convertirlos en áreas de monocultivos de agrocombustibles, con grandes riesgos de vulnerabilidad ecológica de sus ecosistemas al disminuir la diversidad de sus cultivos con el único objetivo de no renunciar a nada y seguir con nuestro modelo de consumo en el mundo desarrollado.
Nuestras políticas alimentarias del Norte están causando graves problemas en el Sur al obligar a muchas poblaciones a abandonar los cultivos tradicionales de productos básicos para su alimentación y a renunciar a su soberanía alimentaria. Al tener que competir con productos importados de los países del norte producidos con precios subvencionados. Esta es una consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales de la OMC, políticas que han provocado el desplazamiento de campesin@s que vivían de una economía de subsistencia a las urbes superpobladas y empobrecidas del país, entrando en el ciclo infernal de la miseria.
Entre ést@s, las mujeres son las más afectadas ya que son las que se han ocupado siempre del sustento de la vida o como lo ha llamado Maria Mies de la producción de vida, “porque ellas no sólo consumen y recolectan lo que creció en la naturaleza sino que hacen que las cosas crezcan”para mantener y alimentar al grupo familiar. De ahí, la mayor implicación de las mujeres en este movimiento por la soberanía alimentaria, como es la Marcha Mundial de Mujeres.
En cuanto a lo que hemos llamado crisis de los cuidados, en el momento en que las mujeres, con su incorporación masiva al mercado de trabajo han dejado de realizar en mayor o menor proporción este trabajo de cuidado no remunerado, se ha creado un vacío en la cobertura de este servicio que el sistema no ha cubierto de ninguna forma, con lo que se empiezan a crear problemas de personas mal atendidas en nuestra sociedad (sobre todo mayores y niños), situación a la que nosotras llamamos crisis de los cuidados, irresolubles dentro de este sistema de reparto desigual del trabajo de cuidado.
Además hemos transferido el problema a los países del Sur, donde cada vez se acentuarán más los problemas de desatención de niños y mayores, al provocarse una emigración de cuidadoras, constituidas fundamentalmente por mujeres jóvenes que dejan a sus hijos y familias para atender a las nuestras, o sea que la desatención en el mejor de los casos, la hemos trasladado a los países del Sur, dando lugar a lo que hemos llamado globalización del trabajo de cuidado.
Cabría encontrar otro modelo más armónico con la naturaleza y entre los humanos y humanas, independientemente del género o lugar de procedencia donde se respeten los bienes naturales y se comparta el trabajo de cuidado entre hombres y mujeres para hacer nuestro modelo más sostenible ya que, como decía nuestra compañera Anna Bosch:“las sociedades modernas han olvidado que la condición básica para seguir existiendo en tanto que humanidad es vivir arraigadas a la tierra y manifestándonos con un cuerpo”.
BIBLIOGRAFÍA
BERMÚDEZ DE CASTRO, José Mª: El chico de la Gran Dolina. Crítica. Barcelona, 2002.
BOSCH Anna, Maria Inés AMOROSO y Hortensia FERNÁNDEZ: Arraigadas en la tierra ( Malabaristas de la vida). Icaria. Barcelona, 2003.
KING,Ynestra: Curando las heridas: feminismo, ecología y el dualismo naturaleza-cultura. Ecorama, 1997.
LOVELOCK J. Las edades de Gaia.. Tusquets Col. Metatemas. Barcelona, 1993. MIES Maria y Vandana SHIVA: Ecofeminismo. Icaria.Barcelona, 1993. WARING Marilyn: Si las mujeres contaran. Vindicación Feminista, Madrid, 1994.
Por Hortensia Fernández Medrano
Fuente: Ecodes