La figura de Ananías, cuyo nombre significaba en hebreo – Dios se ha compadecido-, Simboliza en la tradición bíblica el poder salvador de la fe, incluso en las más adversas circunstancias.
La historia de Ananías aparece narrada en el libro del profeta Daniel, de quien era compañero de cautividad en Babilonia. Ambos, junto a su amigo Azarías, fueron arrojados al fuego por negarse adorar a la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. La intercesión de un ángel enviado por Dios, sin embargo, les permitió salir indemnes de las llamas. Ante este hecho milagroso, el asombrado monarca ordenó que desde ese instante se respetasen las ideas religiosas de sus servidores judíos y que éstos pudieran adorar sin castigo alguno a su dios Yahvé.
En homenaje a la figura de Ananías su nombre fue dado después a diversos personajes mencionados en la Biblia. En los hechos de los Apóstoles se cita a un cristiano de Damasco así llamado a quien el Señor eligió para que devolviera la vista a san Pablo y el comunicara que había sido escogido como su instrumento.
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