Revista Opinión

Anarquismo: aclarando conceptos

Publicado el 31 agosto 2010 por Jorge Gómez A.
La detención de 14 personas en llamada Operación Salamandra, acusadas de colocar bombas durante 7 años, ha provocado un debate público sobre el significado del anarquismo.

En términos teóricos, este debate ha dejado en evidencia el desconocimiento de la prensa, las autoridades y los supuestos cultores de tradiciones socialistas y libertarias. Bajo ese desconocimiento, de un lado, a priori catalogan de anarquista cualquier grupo antisocial; de otro, defienden la violencia por ser supuestamente inocua.
El anarquista individualista Benjamín Tucker, decía que “existe una forma muy fácil de darse cuenta de quién es Anarquista y quién no lo es. Una pregunta lo decidirá rápidamente: ¿Cree o acepta usted alguna forma de imposición por la fuerza sobre los humanos? Si acepta alguna, usted no es un Anarquista. Si no acepta ninguna, usted es un Anarquista”.
En esa pregunta, Tucker trae al tapete simultáneamente dos conceptos claves del anarquismo individualista –que en lo personal considero el único coherente-: el de anarquía como ausencia de dominio; y el de acracia como ausencia de coacción (agresión). Es decir, reconoce la autonomía y soberanía individual (autoposesión) como principio esencial de la ética libertaria.
El reconocimiento de la autoposesión implica la existencia de individuos soberanos, con capacidad para autogobernarse, dueños de su trabajo y lo que producen con éste (lo que implica el reconocimiento de la propiedad privada y la libre disposición del producto de éste, es decir el libre mercado). De esos principios surge la contraposición contra toda forma de dominación, la autoridad y el Estado –en cualquiera de sus formas monárquica, eclesiástica y política racional legal- en cuanto forma monopólica de dominación y agresión.
En esto coincide Emile Armand, quien dice “puede considerarse como anarquista a todo el que después de una reflexión seria y consciente, rechaza toda coerción gubernamental, intelectual y económica, o sea toda dominación” (El anarquismo individualista qué es y qué no). Tucker y Armand siguen la línea de Proudhon, quien definía la anarquía como “gobierno de cada uno por sí mismo -en inglés: self-government- un orden social fundado sólo en transacciones e intercambios” (El principio federativo).
Bajo esa idea, la sociedad se concibe como libre cuando no existe coacción sobre los individuos, lo que sería una acracia, y por tanto pueden llevar a cabo libres acuerdos sin interferencia alguna, lo que no descarta el castigo hacia quienes arremeten contra la vida y la propiedad de otro, por tanto defiende la legítima defensa y la libre asociación para ello.
Pero ¿Qué se desprende de lo anterior en cuanto al tema de los bombazos?
Algo más importante aún. Que desde el punto de vista del credo libertario, bien estudiado y entendido, cualquier forma de agresión sobre el individuo, para forzarle a pensar o actuar de determinada forma y en nombre de lo que sea (dios, el rey, la patria, el pueblo, el estado, la libertad, la igualdad y un largo etc) es ilegítimo. Benjamín Tucker era claro en decir que la misión de los anarquistas “en el mundo es la abolición de la agresión y de todos los males que de ella se derivan”.
Si reconocemos el principio de autoposesión de cada uno (raro es que alguien lo haga, pero los hay), ninguna persona -ni autoridad- es dueña de la vida de otro ser humano, ni de sus creencias, ni de su trabajo. En definitiva, nadie puede agredir a otro arbitrariamente, excepto si es en defensa propia.
En otras palabras, la violencia contra otro o su propiedad, por motivos que van más allá de la legítima defensa, nunca es válida, sean cuales sean los justificativos o los fines que se defiendan.
Por eso, los anarquistas individualistas -como los de la tradición estadounidense a la que pertenece Tucker y Spooner- promueven el pacifismo, rechazan la conscripción militar por considerarla una forma de esclavitud legalizada, y cualquier pretensión de tutela que implica la intervención de colectividades y sus mandatarios en la vida de los individuos, como la tutela moral, política o económica.
Por lo mismo, se oponen a la protección y privilegios que da el Estado a los monopolios (del dinero, la tierra, los aranceles y las patentes según Tucker) y grandes poderes económicos en cualquiera de sus formas (como Mercantilismo; Capitalismo -que algunos confunden con libre mercado-; o Socialismo de Estado).
En lo anterior radica el hecho de que tampoco creen en la violencia como herramienta política ni como método para llevar a cabo cambios sociales porque implican una lógica autoritaria. Por eso se oponen a cualquier pretensión de instaurar una dictadura proletaria, por considerarla otra forma de invasión y agresión, que implicaba el mero reemplazo de unos dominadores por otros. Haciendo alusión a los comunistas de Chicago, Tucker decía: “su comunismo es otro Estado, mientras mi cooperación voluntaria no es, en absoluto, un Estado”.
En este sentido, Armand es claro en decir que: “Aunque los monopolios y los privilegios sean trasladados de las grandes asociaciones capitalistas a la comuna, el individuo se halla igualmente desnudo de recursos que antes. En lugar de hallarse dominado económicamente por la minoría capitalista, lo es por el conjunto comunista. Nada le pertenece, es un esclavo”.
¿A qué va todo ésto, dirán algunos?
A que la mayoría de los autoproclamados “anarquistas” no conocen el principio de autoposesión ni el derecho de propiedad o posesión, y por tanto no entienden que la agresión o la disposición a ella, son el primera gran mal que existe en las sociedades actuales.
Erróneamente, en base a su confusión conceptual básica, creen que –siguiendo lineamientos más bien autoritarios que libertarios- el ejercicio de la violencia contra lo que denominan “el capital, el Estado, la propiedad, el libre mercado” sirve para “agudizar las contradicciones sociales y cambiar las bases de la sociedad, liberándola de su esclavitud”.
Joseph Proudhon, aunque sea conocido por decir “la propiedad es un robo”(queriendo decir que los privilegios de la propiedad causan las condiciones de explotación), también dijo que “la propiedad es libertad” en el sentido de que el hombre sólo es libre cuando es el único propietario de lo que posee y lo que crea” (Per Bylund).
Por eso, contrario a lo que piensan estos falsos anarquistas, sus acciones violentas contribuyen a aumentar los espacios donde el Estado interviene, dándole argumentos a quienes detentan el poder, para justificar sus acciones coactivas y el crecimiento de sus aparatos policiales.Su actuar no es libertario, sino funcional al autoritarismo.

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