En opinión de los economistas Sara Solnick, de la Universidad de Miami, y Maurice Shweitzer, de la Universidad de Pensilvania, la sociedad es como un gran bazar. Dondequiera que nos encontremos, siempre estamos negociando algo, la mayoría de las veces de forma inconsciente y subliminal.
¿A qué se debe que los individuos bellos consigan siempre más? ¿Es que los menos atractivos son menos exigentes? ¿O acaso se les ofrece menos?
Un Gran Bazar en Estambul
Para explicar esta cuestión, los economistas se sirvieron de un juego. Las reglas de este tipo de juego son las siguientes: dos jugadores -por ejemplo, tú y yo- deben negociar el reparto de cierta cantidad de dinero (digamos, diez euros).
En la primera jugada soy tan amable de dejar que tú hagas la primera proposición. Escribes en un papel: cuatro euros para Gonzalo. Al mismo tiempo, yo escribo la cantidad mínima por la que estoy dispuesto a aceptar tu oferta, pongamos que dos euros.
La arruga no es bella
Si tu propuesta, como es el caso, es mayor que mi oferta mínima, nos repartimos el dinero según tu propuesta (tú te quedas con seis euros y yo con cuatro). No obstante, si yo te pido más de lo que me quieres dar (en nuestro ejemplo, más de cuatro euros), perdemos los dos.
Anticipándonos un poco al resultado del profesor Solnick, diremos que el dinero que después de un par de rondas nos vamos a llevar a casa dependerá de lo atractivo/a que seas tú.
En el experimento real (en el cual los/as candidatos/as tuvieron que negociar por ordenador con la foto de su interlocutor/a), los/as bellos/as ganaron de un 8 a un 12 por ciento más que los/as menos bellos/as.
Al buscar una explicación para estos resultados, los investigadores hicieron un descubrimiento interesante: lo que los/as individuos/as bellos/as negocian no se diferencia mucho de lo que ofrecen y solicitan los/as menos bellos/as.
Ocurre más bien que los/as demás nos comportamos de manera diferente ante los/as individuos/as bellos/as -es decir, de manera más generosa: por lo general, les ofrecemos un trozo más grande de pastel-. En otras palabras, los/as bellos/as nos dominan con nuestro pleno consentimiento.
Fuente: La ciencia de la belleza (Ulrich Renz)