Es cierto que la esperanza de vida de las mujeres españolas es de 85 años, cuatro más que los hombres, por lo que el actual sistema de pensiones no resiste esta insolidaridad femenina, como dijo el diputado del PP, responsable de los jubilados, Fernando Fernández de Trocóniz.
Aunque dimita asustado por la repercusión de sus declaraciones, así piensan algunos responsables de su partido, que añoran cuando, hace pocas décadas, el populacho no pasaba de los 50 años, a los que llegaba achacoso desde los 40.
Pero con la química orgánica, la comida basura, los alimentos manipulados, la contaminación y todos los males que destruyen el planeta, la gente vive más, cuando debería ser al contrario. Y así, se ha disparado el problema de las longevas. Millones de ancianas que arrastran los pies, a las que ni siquiera se les cobra impuestos por desgaste de las calles, por ejemplo.
Deben reducírseles las pensiones, dijo Trocóniz, y eso que muchas cobran poco más de 180 euros (30.000 pesetas) mensuales. Pero esta rebaja o su exterminio científico con gases provocaría un escándalo.
Hay otra solución: quien se fije en sus hábitos, verá que las ancianas se gastan la pensión día tras día, hasta su muerte, en patatas y judías, su principal alimento.
La solución está en ponerles precios prohibitivos a las patatas y las judías. Una vez muertas las ancianas, se capitalizarán sus pensiones en gescarteras y otros saneados negocios, y volverá la prosperidad.