Acabamos de enterarnos de que el frepstiguioso Premio Príncipe de Asturias de las Artes ha recaído en el frepstiguioso arquitecto Frank Gehry.
Creo que Gehry es un arquitecto que empezó haciendo cosas muy interesantes y que, como todos los arquitectos-estrella, ha terminado banalizándose y autocopiándose. Vamos, lo normal.
Pero esto ahora no viene al caso.
Pienso en la supuesta utilidad social que puede tener tal competición de egos. Y en el papel (un tanto desangelado) del "arquitecto ganador". También me interesaría saber con qué criterios se hacen esas cosas. Hombre, está claro que prima la relevancia social y el forofismo antes que cualquier otra cosa. (Pero eso pasa en este premio, en el Nobel y en todos).
Puestos ahí, en la palestra, con sus virtudes al aire, para ver a quién se escoge como vencedor, dan un poquito de grima.
Uno de esos concursos más o menos culturales que hace
Tele 5. (El presentador parece que ya ha elegido ganador).
En RNE han dado la noticia, y han dicho que Gehry se suma a la lista de arquitectos que han ganado el Príncipe de Asturias, como Niemeyer, Moneo o Foster. No pretendía ser una lista exhaustiva: El locutor los ha citado como a vuelapluma. Se le ha olvidado Calatrava (supongo que voluntariamente) y Oíza (supongo que ni lo conoce).
Lo primero que he pensado es en lo ensordecedor que era el silencio del nombre del valenciano, y en lo desubicado que estaba el navarro en esa lista de glamurosos.
Lo segundo que he pensado es en cómo se podría estructurar y articular el discurso de la arquitectura contemporánea ensartando estas figuras como cuentas de un collar: Niemeyer-Oíza-Calatrava-Foster-Moneo-Gehry (por orden de concesión del premio). Un poco caótico, ¿no?
Si vemos la lista completa también nos parece caótica, y no entendemos nada. O sí. Entendemos que esto es otra cosa. Y que no podemos pretender que sea lo que no es.
Contamos, para empezar, con que en estos premios los españoles llevan un plus. Naturalmente. De seis arquitectos mundiales tres son españoles. ¡Nos ha fastidiado! ¡Que inventen los Premios Príncipe de Beukelaer si quieren premiar a arquitecos beukelaerenses!
La composición del jurado, y la meliflua redacción del acta nos hacen pensar (una vez más) en el discurso automático y en las cabezas vacías. (No lo digo en el sentido de que los miembros del jurado sean bobos -por el contrario, son enormemente listos- sino en que, al parecer, la arquitectura no les interesa especialmente, y en que es un tremendo marrón explicar algo que no tiene fuste, y la cabeza se les queda horra de ideas ante el compromiso de a ver qué coño dicen).
En el acta encontramos, literalmente, lo siguiente: "juego virtuoso con formas complejas", "uso de materiales poco comunes, como el titanio", "innovación tecnológica, que ha tenido repercusión también en otras artes", "arquitectura de carácter abierto, lúdico y orgánico", "excelencia arquitectónica y estética", y no entiendo nada. Bueno, sólo lo del titanio. Eso sí. Titanio. Lo demás es discurso vacío. Que si patatín, que si patatán.
También veo que llegaron "a la final" 36 candidaturas de 19 países, y que, contando sólo arquitectos, llegaron otros cuatro: Juan Navarro Baldeweg, Arata Isozaki, Álvaro Siza y Toyo Ito.
Pues vaya.
Las frasecicas del jurado (menos eso del titanio) les vendrían bien a cualesquiera de ellos. No significan nada y valen para todos. La del titanio es la única que se dice por algo, que tiene un contenido. O sea: "Le hemos dado el premio a Frank Gehry porque hace obras con materiales raros, como el titanio. Qué tío. Qué cachondo. ¿Eso no era para cohetes espaciales y cuchillas de afeitar?" Tendrían que haberse atrevido a escribir el acta así.
¿Es mejor Gehry que estos cuatro? ¿Es alguno de éstos mejor que él? ¿Son mejores que otros cien, doscientos arquitectos que podríamos listar? Qué más da. Lo único que cuenta es quién la tiene más larga. Como en Tele 5.
Propongo que para el próximo año hagan una gala, y que la presente Eva Hache o Buenafuente. (Y que participe Joaquín Reyes).
Todos los finalistas acudirían, y el fallo se leería ante todos ellos. El ganador pondría cara de pedir perdón, y los perdedores de no pasa nada. Habría ese buenrollismo forzado y la gente disfrutaría mucho.
Además, la Leti podría desahogarse dando rienda suelta a su vocación locutriz, y quedaría muy bien y muy bonito todo.
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