Resulta curioso que, siendo el ahorro y la inversión en activo no corriente, las bases del crecimiento económico, se castiguen ampliamente las herencias, dejando a los receptores de la transmisión sin la oportunidad por la que sus padres o abuelos lucharon durante toda su vida. Y con ellos caen los trabajadores por cuenta ajena, pues les privan igualmente de oportunidades laborales. Sin olvidar, claro está, el desincentivo evidente que provoca la aplicación de este gravamen.
Ciertamente, son muchos los andaluces que cada año renuncian a la herencia otorgada por sus familiares, pues el resultado de aplicar el tipo impositivo sobre la base imponible resulta ser superior al valor de mercado del bien transmitido. Además, este impuesto no incluye ningún tipo de parámetro que refleje la liquidez del bien objeto de liquidación. Tampoco lo hay que reconozca la divisibilidad, ni la liquidez concreta del sujeto pasivo.
Sí existe, por el contrario, un coeficiente que incrementa el 34% “máximo”, en función del patrimonio que posee quien recibe la herencia, sin considerar, como digo, la liquidez particular de éste. También se incrementa ese tipo máximo en relación al grado de parentesco existente entre el titular del bien y quien lo recibe.
Mientras que países como Hong Kong, Singapur, Austria, Liechtenstein, República Checa o Noruega han eliminado por completo este tributo, o la OCDE tiene un tipo medio del 15%, en Andalucía pagamos un tipo confiscatorio que obliga al humilde contribuyente a decir “NO” al legado de sus padres.
Y Susana, como era de esperar, ya no recuerda las rebajas fiscales que anunció en campaña… Podemos quiere subirlo de forma exponencial, y Ciudadanos tampoco considera oportuno bajarlo.
Con estos datos sobre la mesa se entiende perfectamente la importancia de la inclusión en el marco educativo de una asignatura que incluya conceptos económicos básicos en la enseñanza obligatoria, como ha promovido el Partido Popular.