El socialismo español no volverá a gobernar hasta que no se libre del enorme lastre que representa la Andalucía corrupta, atrasada, injusta y llena de desempleados y jóvenes sin futuro que hoy gobierna Susana Díaz. Entre Pedro Sánchez y la Moncloa se interpone un gran obstáculo: la eternamente atrasada Andalucía. ---
La llegada de Pedro Sánchez a la secretaria general del PSOE pretende relanzar el partido y acercarlo a la Moncloa, pero antes debe eliminar obstáculos y dramas que frenan su avance y oscurecen su futuro. Uno de ellos es que el partido se eleja de sus esencias ideológicas y se está convirtiendo en un extraño híbrido cutre entre comunista y podemita, gobernado por una letal mezcla entre Zapatero y Pablo Iglesias; la otra es Andalucía, una tierra que tras ser gobernada por los socialistas durante las cuatro últimas décadas, sigue ocupando la cola de España y de Europa en desempleo, corrupción, atraso, clientelismo y otros males que, poco a poco, se vuelven endémicos.
Uno de los cambios que pretende Sánchez es el de presentarse ante la opinión pública como un partido que lucha contra la corrupción, que según afirman, con razón, anida en el PP, pero ignorando que dentro de sus filas, especialmente en Andalucía, se practican de manera intensa, casi todas las modalidades de la corrupción más severa y descarnada: saqueo de fondos públicos, subvenciones y contratos amañados, manipulación de la Justicia, abuso de poder, impuestos crueles y anticonstitucionales, como el de Sucesiones y Donaciones, fracaso en la educación, acoso a las empresas, clientelismo agobiante, intervencionismo asfixiante, desempleo masivo, juventud sin esperanza y un atraso que ya es endémico y que mantiene a Andalucía en la cola de Europa y a los andaluces como ciudadanos de segunda, sin servicios de calidad y con una lamentable democracia degradada.
¿Como es posible que Pedro Sánchez se presente como capitán de la lucha contra la corrupción y no hace ni dice nada de Andalucía, donde se roban fondos públicos, se abusa del poder, se cobran impuestos anticonstitucionales, se manipulan las subvenciones, de practica el clientelismo más descarado, se amañan contratos, se beneficia a los amigos del poder, se ha creado una sociedad con un intervencionismo del poder político tan denso como era en la antigua Unión Soviética y se padecen todo tipo de trucos y arbitrariedades reñidas con el ética y la democracia?
Pedro Sánchez debería exigir a Susana, cada día más cuestionada por su propio pueblo, ya cansado de privilegios para los políticos, de sometimiento, marginación y atraso, que arregle el "cortijo andaluz", convertido en la imagen más negativa y palpable de lo que el socialismo consigue cuando gobierna.
Millones de españoles se preguntan cómo es posible que el PSOE continúe gobernando en Andalucía después de tantos errores, corrupciones y fracasos. Los socialistas siguen ganando elecciones a pesar de que su balance, después de cuatro décadas de gobierno, es aterrador: desempleo, corrupción, saqueo, atraso, depresión empresarial, impuestos abusivos, subvenciones y contratos trucados, clientelismo, intervencionismo bolchevique y un largo etcétera que mantiene a los andaluces anclados en la pobreza, la baja calidad de los servicios, la injusticia y en la cola de Europa.
Con el pesado lastre de un socialismo como el andaluz, cuyo combustible es la envidia, su fuerza es la ignorancia y la energía que lo mueve es el engaño, Pedro Sánchez jamás será aceptado por el grueso de la sociedad española, por muy cansada que este de soportar la cobardía, la codicia y la corrupción de Rajoy y su gobierno, cuyo pecados, aunque graves, siempre serán menores que los vigentes en el cortijo andaluz.
Andalucía basa su poder en el clientelismo, la incultura y el espíritu borrego del pueblo andaluz. El poder del gobierno es tan grande que domina, directamente, más de la mitad de la economía regional, controla la sociedad civil y ha conseguido que el miedo domine el funcionamiento de las urnas.
Con ese "régimen" los socialistas se aseguran el poder, pero a cambio de castrar la región, frenar sus impuessos, introducir mediocridad, debilitar la vida empresartial y mantenerlo todo en una siniestra hibernación que se traduce en atraso, insultura, fracaso escolar, desempleo, perdida de calidad en los servicios públicos, impuestos agobiantes y otras muchas cerencias, impropias de una democracia europea.
Pedro Sánchez debería entender que si esa terrible receta funciona todavía en Andalucía, nunca podrá funcionar en otras tierras más orgullosas y libres, como las Castillas y las regiones prósperas del Norte y Levante.
La conclusión es obvia: si Sánchez quiere conquistar algún día la Moncloa, tendrá que limpiar antes en vertedero andaluz.
Francisco Rubiales
Revista Opinión
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